Lo de la ultraderecha se veía venir

La gran paradoja es que hoy los comunistas franceses se han aliado con el señor Emanuel Macron que procede de las puertas giratorias de la banca Rothschild

Catedrático de Estructura de la Información, Universidad de Sevilla. Entre 1974 y 1991 ejerció el periodismo en medios y gabinetes de comunicación. De todas las tendencias. Desde 1991 hasta ahora es profesor de periodismo. Ha tenido su faceta de literato. Más de veinte libros publicados sobre Comunicación, Historia, Periodismo y Antropología. Once libros de poemas, tres de narrativa, algunos premios, estancias académicas en el extranjero (América y Europa). Ama la música y el gazpacho. Y cree que el periodismo es imprescindible. 

Marine Le Pen, líder de la ultraderecha francesa.

Hoy vota Francia en segunda vuelta -tal vez habría que imitar eso en España, dos oportunidades, una para votar con el corazón y la otra con el cerebro- y la oficialidad política ejerciente va a intentar que el fantasma que recorre Europa y el mundo llamado ultraderecha -que no comunismo- no llegue al poder político. He dicho bastantes veces en mis parrafadas periodísticas que en la actualidad el mundo se debate entre la derecha y la derecha, que el llamado progresismo es un escaparate coyuntural persuasivo sin base racional sino emocional, alejado por tanto de la realidad en la que viven los ciudadanos occidentales. La llegada de la ultraderecha al poder no ha hecho más que empezar y el sistema de mercado liberal se está aliando hasta con el comunismo -en Francia- para impedir que sus compañeros más conservadores -los que en los años 30 del siglo XX los ayudaban frente al avance del comunismo- en la actualidad no accedan ni al Eliseo ni a la Casa Blanca ni a la Moncloa.

La gran paradoja es que hoy los comunistas franceses se han aliado con el señor Emanuel Macron que procede de las puertas giratorias de la banca Rothschild y desde ahí saltó a la política. Y al revés, el liberalismo se da la mano con un Frente Popular creado aprisa y corriendo para que los ultras no venzan electoralmente. Pero, ¿qué es esto? ¿El mundo al revés? ¿Qué tendrán estos ultras que han logrado la cuadratura del círculo? Deben ser peores que Hitler. Tal vez se dispongan a meternos a todos en cámaras de gas, comenzando por los inmigrantes y siguiendo por las mujeres y los componentes del movimiento LGTBIQ+ que van a tener que guardar sus algarabías para mejor ocasión.

¿Qué ocurrirá cuando se tengan que entender los liberales con los izquierdosos con la cantidad de corrientes que hay en ese Frente Popular improvisado? ¿Qué intereses ocultos a la ciudadanía encierra la UE que pacta hasta con el diablo para que no llegue el nuevo diablo a tocar las máximas poltronas de la política? Desde que la señora Le Pen dio el zarpazo el domingo pasado no hago más que escuchar y ver a comentaristas y a tertulianos por todas partes, de esos que lo saben todo y son los reyes de las conjeturas. A mí la opinión de tales analistas no me interesa ahora, sus charlas son para pasar el rato y divertirse comprobando cómo cumplen con el guion de quienes se lo elaboran.

Lo que ahora me interesa son tertulias de banqueros, de grandes empresarios, de los inversores esos que tienen en sus manos buena parte de la deuda de un país, de los fabricantes de armas, de los responsables máximos de los fondos de inversión. En fin, que yo quiero escuchar voces, no ecos. Quiero cámaras de televisión en directo y transmisiones en streaming de los consejos de administración, de reuniones aparte, privadas, y de comidas de estas nobles personas y no de sus mayordomos, lo que me interesa como demócrata es saber sus opiniones en un mundo donde sus colegas de la derechona empiezan a captar el voto de la gente y se han vuelto más subversivos que los tradicionales subversivos que son los que se autodefinen como progresistas.

Los progresistas han sido domesticados y controlados usando su progresismo. Les faltan unos cuantos azotes de realidad pero ya se los darán. Desde que en 1977 los secretarios generales del Partido Comunista de Francia (PCF), señor Georges Marchais, Partido Comunista de Italia (PCI), Enrico Berlinguer, y del Partido Comunista de España (PCE), Santiago Carrillo, celebraron en Madrid la cumbre sobre Eurocomunismo aquí empezó a terminarse la subversión izquierdosa. Hasta la socialdemocracia -que ya estaba domesticada- empezó a hacerle ojitos al Eurocomunismo. Luego llegó la debacle del Muro de Berlín y de la URSS y se acabó esa idea de los revoltosos años 60 y 70 en los que progresismo era echar abajo el mercado capitalista desde su raíz y, a partir de ahí, levantar otro mundo. 

Como en realidad el hundimiento del comunismo terminó empíricamente con esos imaginarios que los progres de entonces nos habíamos fabricado, era necesario crear nuevas fantasías. Entonces, desde la estructura se marchó el progresismo a la superestructura: importó ideas de un país sin apenas Historia como es USA y se apuntó a un marxismo de oídas para sumarse a la opresión de la mujer, la opresión de los inmigrantes, sin distinguir entre inocentes sin papeles, machistas, delincuentes, maras, etc. Y, por supuesto, sufriendo por la opresión de los gays… Se trataba de un enfoque de piedad religiosa que ha matado a esos genios a los que Paul Ricoeur llamó filósofos de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud.

Y así, a base de una postura más evangélica y misionera, de caridad y acogida cristiana atea -por supuesto- y sin convertirse en curas y monjas, los progresistas terminaron por sostenerse sobre unos pilares básicos: no rascarse el bolsillo propio sino agarrar la alcancía pública y regar de limosnas al personal, echar mano de la maldad de los ricos frente a los pobres, mirar hacia atrás y ver fascistas por todas partes, elevar el endeudamiento, regar de dinero a montones de chiringuitos que viven de las desgracias ajenas que verán cómo no disminuyen nunca para que no les falte trabajo a sus impulsores; unirse a los nacionalismos más retrógrados, decretar que se trabaje menos por el mismo salario como si hubieran tomado el poder al modo bolchevique, sembrar juventud de cristal, niños y jóvenes blanditos, despreciar el conocimiento, copar la Justicia para ir abriendo camino a una especie de transformación pseudosocialista paulatina ante la desesperación de la misma derecha liberal-conservadora que ahora se une a ellos en Francia…

Es un momento a la vez apasionante y alucinante. El sistema ha desarmado al progresismo convirtiéndolo en mercancía y a sus militantes en consumidores, mientras estén divididos entre hombres y mujeres y entre gais y lesbianas contra los demás, entre buenismo y malismo, no hay peligro. Oh, pero ha llegado otro peligro, toda esa dinámica ha alimentado al Diablo Ultra y ha cansado a millones de personas que se están sacudiendo la dictadura democrática y ahora apoyan a otro tipo de dictadura que habla más claro y promete a grandes males grandes remedios. ¿Por qué ha pasado esto? ¿Qué le ha hecho a tanto personal el maravilloso mundo de la libertad individual liberal y el no menos extraordinario ámbito de la solidaridad con el vulnerable, incluyendo al okupa?

Lo que persigue cualquier ser vivo es sobrevivir con el mayor desahogo posible. El humano posee una peculiaridad: necesita sobrevivir no sólo físicamente sino psíquicamente, espiritualmente, si lo desean. Y en la sociedad liberal-progresista no lo está logrando, esa sociedad está fracasando a base de entregar al sujeto al más absoluto de los materialismos consumistas, soledades -digitales o no- que producen patologías, y convirtiendo en norma, y además privilegiada, lo que es la excepción. En otras palabras, las personas en general no pueden vivir en un eterno relativismo y a base de palabras pretendidamente hermosas que en realidad no les dan vida sino angustias varias. Entonces les llega un mensaje claro, ultra, que será real o no, pero que resulta sosegador para sus vidas agitadas.

Esta sociedad es un caos, la economía puede ir mejor o peor, da igual, el fondo es confuso, el suelo tiembla ante los pies de millones de seres humanos que creen cumplir con sus deberes ciudadanos y no recibir a cambio tanto o más de lo que dan. Puede crecer la producción y hasta crear puestos de trabajo. No basta. Una cosa es el crecimiento y otra el desarrollo, hace ya mucho tiempo que eso lo dejó bien claro el historiador Pierre Vilar, entre otros. El crecimiento no son más que números, el desarrollo es el reparto más o menos acertado de ese crecimiento y además el enriquecimiento del interior de la persona, sus ilusiones, que el ciudadano vea que realmente tiene un futuro en el que pensar, un futuro no de alienación sino de realización, no con un suelo de grasa sino firme. 

Más claro. Una cosa es ser solidario y otra estar enterrando las señas ancestrales de identidad de Occidente negándolas o colocándolas debajo de otras extrañas por muy presentes que estuvieran en Europa donde son respetadas, pero hay quien se resiste a abrazarlas por encima o a la altura de las suyas si ven que perjudican a las suyas. Todo ser humano es el resultado de una evolución cultural con la que construye su razón de ser, incluso a base de vencer enemigos y tener que sufrir con sangre, sudor y lágrimas.

Lo ultra no es extraño a Occidente, forma parte de él, otra cosa es que lo queramos o no. Pero si no se quiere no puede ser a costa de abrazar lo extraño, lo que ha sido superado. Llevo muchos años oyendo a los franceses quejarse de que en zonas concretas los ayatolás tienen mando en plaza. En algunos lugares, la inmigración supone un peligro, nada de que hacen falta inmigrantes, hay mucha gente que no lo ve así o bien que lo comprende y al mismo tiempo observa cómo una cosa es admitir a personas necesitadas y otra hacerlo de cualquier forma y encima darles privilegios -más allá de sus derechos- de manera que quienes se han dejado la piel en sus países desde pequeños se sientan tratados como segundones y también tienen derechos. Así estamos, se puede intentar arreglar el asunto o seguir como hasta hoy y despacharlo afirmando que lo que hay es odio y matar al mensajero y al pensador que está reflexionando con esa mente crítica de cuya necesidad tanto se pregona en el propio Occidente.

Lo de la mente crítica es una pose. No hay plan de estudios que no hable de ella, tanto si brota de mentes de derechas como de izquierdas. Sin embargo, cuando se ejerce, pasas a ser un ultra o un comunista o un anarquista o un terrorista, un homófobo, xenófobo, misógino, aporófobo y hasta maltratador de animales, no alguien que lleva a término su derecho a la libertad de expresión. ¿Cómo no se va a producir un rechazo a esta democracia con este paisaje decadente? La mente crítica por fuerza es transgresora, procede de los estudios sociales y humanistas a los que están convirtiendo en meras exposiciones cuantitativas y descriptivas bajo una orientación ideológica “progresista”. Recibes el aplauso si hablas o escribes como la derecha o la izquierda quiere, de lo contrario, eres un izquierdoso o un facha. Mira por dónde quienes eso dicen ahora están asustados y se unen porque vienen los ultras.

¿Por qué vienen, además de por lo dicho antes? Porque los derechos humanos son iguales para todos y eso no se está cumpliendo. En la Constitución de 1978 están todos los derechos humanos recogidos, una constitución sirve para todo, para un roto y para un descosido. En la realidad, unos colectivos sociales no sólo son iguales sino superiores en tratamientos, se quejan mucho, cierto, no lo están pasando bien, pero nunca reconocen que también están situados -en el papel- por encima de la generalidad social. No hay mujeres y hombres a la misma altura, hay discriminaciones positivas que rechazan hasta un buen número de quienes se supone que se benefician de ellas porque se sienten tratadas de forma machista y caritativa y se les niega su especial capacidad para el esfuerzo.

Hay privilegios cuando determinados colectivos exigen que sus símbolos luzcan en lugares especiales y montan en cólera y te insultan, desprecian y descalifican a la más mínima sospecha imaginaria de que no estás a su lado cuando ellos mismos tienen sus polémicas en torno a lo que digo. Sin ir más lejos, la famosa Wikipedia indica que el Día del Orgullo -tan necesario aún, por desgracia- ha sido mercantilizado: “El formato bajo el que se suelen celebrar las marchas del Orgullo ha sido criticado por algunos activistas LGTB+ al considerarlo una banalización intencionada de un día que originariamente se creó para reivindicar los derechos del colectivo”. Los derechos son los de todos los seres humanos, eso no se puede cuestionar, lo que parece es que el voto ultra se debe en parte a que hay quien cree, piensa o siente que a los derechos se están añadiendo privilegios como en España poseen claros privilegios los miembros del PSOE que se mantengan fieles a la línea actualmente oficial del partido, incluso aunque hayan sido condenados por la Justicia. Añadamos a ellos a sus aliados. 

¿Van a arreglar estos problemas los ultras logrando éxitos en las urnas? Hay quien tiene claro que no. Para mí -lo he dicho otras veces- pueden ser pan para hoy y hambre para mañana, mi pensamiento es en términos macrohistóricos, en la Historia se piensa de forma sincrónica desde el pasado hacia el futuro, no en clave inmediata y política de cortas miras persiguiendo el voto. Yo miro más allá de mi propia vida biológica, soy una simple célula de la Historia.  

La estructura de poder liberal y neoliberal de la UE lleva tiempo alertando y defendiéndose contra el avance ultra. Te dicen que el Brexit fue un desastre y que lo que quieren los ultras -y la izquierda- atenta contra las normativas europeas. Lógico, el mundo ya no está compuesto de naciones sino de alianzas comerciales y lleva siglos derribando barreras. La UE tiene preparado decirles a los ultras que no pueden hacer esto ni lo otro y a la izquierda también le van a colocar obstáculos si es menester. ¿Quién manda aquí? Los negocios, ellos generan las guerras, la confusión y el bienestar, todo hay que decirlo. Sin embargo, han llegado demasiado lejos y la gente busca tranquilidad, millones creen que los ultras pueden dársela. Entonces, ¿somos demócratas o tenemos democracias vigiladas?

La democracia está por ahora atada y bien atada, insisto en que los ultras no van a llegar a un poder mundial así como así, necesitarán mucho más respaldo, mala cosa si lo logran aunque implanten paz durante una temporada histórica. Les diré algo: el estado natural del humano es el “caos democrático”, es desde ahí desde donde debe evolucionar a mejor, no desde ideas simplonas y ortodoxas, sean ultras o progresistas, quien tiene que empezar a arreglar esto es el liberalismo librepensador, ético, si es que existe ya. Si no, aparecerán los ultras de todo tipo. Es lógico, a la gente no se le puede pedir que vaya contra su deseo de sobrevivir con normas y valores concretos que aporten seguridad a sus vidas y premien sus esfuerzos, sus trayectorias, sus herencias espirituales y materiales.   

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