Como presidenta de la Asociación Colonia Felina Torrox, siento el deber de alzar la voz por mis compañeras. Somos un grupo de mujeres valientes y comprometidas que dedicamos nuestro tiempo, recursos y energía a cuidar de las colonias felinas de nuestro municipio. Lo hacemos de manera voluntaria, movidas por el amor a los animales y la responsabilidad que sentimos hacia ellos. Sin embargo, también lo hacemos en medio de una preocupante indiferencia por parte de las instituciones, que deberían ser las primeras en protegernos y apoyarnos.
La gestión de colonias felinas no es un capricho. Es una tarea vital para controlar de manera ética y efectiva las poblaciones de gatos comunitarios, prevenir problemas sanitarios y garantizar una convivencia adecuada en los espacios urbanos. En teoría, esto debería ser responsabilidad del Ayuntamiento de Jerez. Pero en la práctica, somos nosotras las que asumimos esta labor sin recibir ni siquiera un “gracias”.
No existe un convenio de colaboración que regule y reconozca nuestra actividad de voluntariado. Tampoco hay un plan municipal de gestión de colonias que nos respalde. Por si fuera poco, trabajamos en un entorno hostil. Muchas de nosotras salimos de noche para alimentar y cuidar a los gatos, y en esas horas somos blanco fácil de insultos, amenazas e incluso agresiones. Nos rompen los comederos, destruyen los refugios que colocamos y, en los peores casos, nos enfrentamos al acoso físico y verbal.
¿Dónde está el Ayuntamiento cuando ocurren estas cosas? ¿Quién vela por nuestra seguridad? La respuesta es tan dolorosa como evidente: nadie. Nos sentimos solas, desprotegidas y abandonadas por un sistema que se beneficia de nuestro trabajo -y de nuestros recursos-, pero no nos protege.
Desde nuestra asociación, hemos solicitado en reiteradas ocasiones medidas básicas para poder desempeñar nuestra labor voluntaria con dignidad y seguridad. Estas son nuestras principales demandas:
1. Un convenio de colaboración que nos reconozca oficialmente y regule nuestras funciones, derechos y obligaciones como voluntarias.
2. Un plan de gestión municipal para las colonias felinas que garantice la financiación, el suministro de recursos y el cumplimiento del método CER (captura, esterilización y retorno).
3. Protección frente a agresores y actos vandálicos, especialmente cuando trabajamos en horarios nocturnos.
4. Campañas de sensibilización ciudadana que visibilicen nuestra labor y promuevan el respeto hacia las colonias y quienes las cuidamos.
Somos mujeres que trabajamos por el bienestar de los gatos, pero también por la convivencia en nuestras ciudades. Nuestra labor beneficia a todos, aunque pocos lo reconozcan. Mientras el Ayuntamiento sigue haciendo oídos sordos, somos nosotras quienes asumimos la responsabilidad que les corresponde, muchas veces a costa de nuestra salud, nuestra economía y nuestra seguridad.
Es hora de que las instituciones se involucren y dejen de ignorar esta realidad. No pedimos privilegios, solo justicia. No queremos aplausos, sino acciones concretas. Las cuidadoras de colonias no deberíamos sentirnos nunca más solas, ni olvidadas, ni desprotegidas. ¿Hasta cuándo tendremos que seguir soportando esta dejadez institucional? Los gatos no son el problema. La falta de compromiso del Ayuntamiento sí lo es.
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