Llegan el verano y las vacaciones escolares. Sigue la hiperactividad batallesca de las derechas. Desde que descubrieron la estrategia de dar la vara sin parar, hasta que alguien les dé la razón, no terminan. ¡Qué tostón! Tanta batalla nos lleva a pensar en unas reservas infinitas de testosterona. Resulta asombrosa esa actividad militante agotadora descubierta por un número enorme de pseudo periodistas, pseudo políticos, pseudo diputados y pseudo senadores. Para ellos todo es un juego, como quien juega todo el día a esos videojuegos basados en la destrucción de todo, de todos, para ganar, por la pura satisfacción de la victoria. Es la mentalidad depredadora, que les permite desarrollar una actividad permanente, agotadora.
Además, con esa actividad ininterrumpida dan la vara y saturan al mismísimo Job. Los pseudo periódicos, con sus medias verdades, sus mentiras y su persistencia, ayudados por las redes desociales, crean el fenómeno de la infoxicación: el dar la vara de toda la vida, volvernos locos, comernos la cabeza y pa’ ti la perra gorda.
El otro asunto, que se suma, es que hay gente que se cree todas esas pamplinas de las derechas. Pero no es toda la gente ni tampoco tanta gente. Las elecciones al Parlamento Europeo no las ganaron los ultraderechistas, por ejemplo. Las opciones de izquierdas en España son las que gobiernan con mejores resultados económicos y mayor justicia social que cuando gobernaron las derechas. Las derechas que gobiernan Andalucía desde 2019 siguen manteniendo a los niños andaluces en la peor situación de pobreza de toda España, siendo que la situación económica española ha venido mejorando bastante.
De todo esto se deduce que las derechas españolas siguen en la trama ideológica del siglo XIX, en realidad, y viven de las rentas ideológicas del franquismo: caspa y mojama. Que hay un Poder del Estado, el Poder Judicial, que se siente superior al resto y eso no puede ser. Pedro Sánchez, después de tanto ir y venir, tiene que dejarse de cartitas y proponer leyes y derogaciones en el Parlamento que muestren a los ciudadanos que votar a las izquierdas merece la pena.
¿Y las izquierdas? Sí, las izquierdas. Deberían seguir trabajando desde lo conseguido que no es poco, aunque ni ellas lo vean porque solo se ven a sí mismas. Las izquierdas rompieron el turno bipartidista y sin ellas volveríamos a un PPSOE-Vox. Las izquierdas empoderaron a las gentes de izquierdas y mostraron a la sociedad que la solidaridad sigue siendo el valor humano más importante. Aunque lo determinante y fundacional es que las izquierdas surgieron de sí mismas, aunque el 15M lo rentabilizara Podemos. Los movimientos sociales activos y activistas, más allá de unos partidos de izquierdas que siempre vuelven a insistir en institucionalizarlos, son la clave para una sociedad más democráticamente sana y más justa económicamente.
Los dogmáticos de izquierdas son de gente de derechas, en realidad. Los aristócratas del progresismo son de derechas igual. Las derechas han transformado su imagen para ser tomadas como gente normal y corriente; un concepto de gente normal y corriente, uniformizador y con olor a naftalina. Para las derechas hay un concepto de gente normal y corriente: todos iguales o muy parecidos. En las izquierdas nada es normal ni es corriente, porque en la vida nada lo es. La realidad es siempre única y extraordinaria. La urgencia por pasar a los libros de Historia no debería ser tan urgente si hablamos de las izquierdas. Si las izquierdas defienden una sociedad mestiza, plural y diversa, las gentes tienen que poder verlo también en las propuestas.
El otro problema de las izquierdas españolas es su amor por el centralismo transformador. Mal asunto.