Finalizamos esta reflexión sobre el neoliberalismo, que tan gentilmente viene publicando lavozdelsur.es, poniendo el foco sobre los estragos que dicha sensibilidad viene ocasionando en nuestra querida patria: España. Y, aunque a día de hoy, contamos con ejemplos de plena actualidad y a los que nos referiremos más adelante, conviene echar una ojeada a nuestra historia reciente.
Cada vez que oigo decir, o leo, aquello de que todos los políticos son iguales, inmediatamente me asalta el pensamiento de que quien tal cosa afirma no ha vivido, o no recuerda, la mayoría absoluta del Partido Popular con Mariano Rajoy a la cabeza. Y me confirma, además, el triunfo los medios de comunicación, la gran mayoría adscritos al ideario neoliberal que siempre han perseguido la implantación de tal idea con el objetivo de desmovilizar, a la hora del voto, a buena parte de las capas populares. Esta abstención beneficia a los partidos que representan tal discurso ideopolítico.
El instrumento jurídico más dañino de aquel periodo fue, sin duda, la reforma laboral de 2012. Con el pretexto de la crisis económica de 2008, impusieron una legislación cuyos aspectos más destacables fueron, entre otros, la flexibilización del despido, a través del abaratamiento del mismo, el tránsito de la flexibilidad negociada a la impuesta, al restar poder a los sindicatos y dando prioridad a los convenios de empresa y una intencionada devaluación salarial de la que aún no se han recuperado las clases asalariadas de nuestro país (de 2011 a 2017 los salarios perdieron 6,8 puntos de poder adquisitivo).
Y, como no podía ser de otra manera, las consecuencias estaban cantadas: más despidos, primacía de la temporalidad, trabajadores empobrecidos y precariedad, mucha precariedad. Llegados hasta aquí, conviene recordar que la estructura ocupacional determina la estructura social, por lo que también somos una sociedad precaria e inestable y abrumada por las cada vez mayores desigualdades.
Pero no quedó ahí la cosa. Tras la demolición del sistema de relaciones laborales cimentado en paralelo con el desarrollo de nuestra democracia, se aprestaron a la reducción de nuestro Estado del bienestar. A los escandalosos recortes realizados en dos de los pilares básicos de nuestro estado social, Educación y Sanidad, que no obstante provocaron bastante contestación, se han de unir los ridículos presupuestos para las necesidades de Dependencia, la paralización práctica de las políticas activas de empleo o las burlescas subidas de las pensiones (el famoso 0,25), incluyendo la indecente propuesta de privatizar las mismas con más de cuatro millones de parados.
El Gobierno del PP se lanzó al austericidio con una fruición obscena, siguiendo el dictado de Europa y sin mostrar el más mínimo patriotismo que, pese a quien le pese, sí ha demostrado Pedro Sánchez, con las subvenciones y préstamos europeos tras la pandemia y con la excepción ibérica en el latrocinio de las eléctricas. Y hay que recordar que las derechas, tan españolistas ellas, se movilizaron en la Unión para paralizar ayudas que nos beneficiaban a todos, personas y empresas.
Con el tiempo, sectores del Fondo Monetario Internacional y de la Comisión Europea reconocieron que aquellas políticas austericidas eran equivocadas y habían causado demasiado daño. Sin embargo, los cachorros neoliberales de nuestro país persisten en el error.
Y así nos encontramos con que los presidentes de las dos comunidades autónomas gobernadas por el PP, que pugnan por hacerse con el control de la empresa ubicada en Génova 13, Madrid y Andalucía, han entrado en una vertiginosa competición por ver quién es más neoliberal. Las únicas autonomías en las que no se paga, o apenas se paga, por los impuestos de sociedades y de patrimonio. Para que los ricos no se vayan. Y además pretenden convencernos de las bondades de tales medidas con el viejo y fracasado argumento de que así incrementarán la recaudación. Este planteamiento no ha funcionado nunca. Y ambos se dedican, en un ejercicio de inusitada cara dura, a pedir más dinero al estado, con vulgares pretextos, para así compensar los recursos que perdonan a los más pudientes.
Finalmente, si hacemos un pequeño ejercicio de síntesis nos daremos cuenta de lo que de verdad esconde el neoliberalismo, y para quienes trabaja, también en nuestro país. Por un lado, una permanente propuesta para reducir el gasto social, y, por otro, un mercado laboral flexible y con un despido barato, bajos impuestos para las rentas más altas, subvenciones al impuesto de sucesiones o al de patrimonio, etc., que siempre benefician a los mismos. El pretexto, que no se vayan, la propuesta, ponernos de rodillas. Y lo peor, gracias al voto de muchísimos electores expertos en votar contra sus intereses y los de sus hijos.