La 'naranja mecánica' era un 'zumito': Cs se deja sus votos entre PSC y Vox

El partido de Rivera y Arrimadas consiguió cazar apoyos de desencanto o contra el nacionalismo catalán, pero nunca llegó a fijarles como 'tercera vía', como liberales europeos. Este domingo se ha desangrado por dos flancos, lo que muestran lo 'líquido' que era su apoyo

Subdirector de lavozdelsur.es. Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz, licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria en cabeceras de Grupo Joly, con varios años de experiencia también en empresas de marketing.

Arrimadas, en un acto de campaña de Ciudadanos en Catalunya.

El batacazo de Ciudadanos en las elecciones catalanas es histórico en números aunque no por ello sorprendente, porque tenía muchos precedentes. Una vez que el escenario catalán está en shock por la pandemia y el rumor de urnas quedó apagado por la sentencia del procés, el candidato Carlos Carrizosa no ha sido capaz de mantener ni siquiera una parte considerable de apoyos respecto a las últimas elecciones, cunado Arrimadas fue el referente antiindependentista.

El fenómeno Ciudadanos comienza una especie de cuenta atrás hacia su casi desaparición si no se produce ningún cambio. A la fuerza de las actuales normas electorales, que premian a los partidos más votados, Cs puede pasar de ser una fuerza poco relevante -en el Congreso apenas tiene la de un partido nacionalista por número de escaños- a ser anecdótico o no ser. 

Los procesos de los partidos políticos que nacen, haciendo un poco de sistematización, tienen dos etapas: una, de cazar, y otra, de fijar. Primero, un partido busca una llave para ser relevante, para ganar atención y ganar votos en una cita electoral concreta. Esto puede tardar años. TIene que ofrecer un argumento y conectar con alguna idea subyacente que no esté en poder de otros partidos. Es una guerra de palabras, de disputarlas. Las banderas naranjas desde el salto a lo nacional fueron la búsqueda de una tercera vía, la lucha contra el nacionalismo catalán y la lucha contra la corrupción. 

La segunda etapa vendría a ser convencer con el paquete completo. Es decir, si cazas a un votante porque te considera el mejor antídoto contra la corrupción, debes fijarlo en tu base convenciéndole, por ejemplo, de otras ideas que van en el pack. En el caso de Ciudadanos, de que es bueno que se bajen impuestos, como partido liberal que queria ser. Pasa con Vox, que puede cazar votantes contra la inmigración y convencer de que el feminismo es malo, generando una legión de negacionistas de la violencia de género. O con Podemos, que surge también con un desencanto hacia las instituciones y trata de persuadir en otros aspectos que nada tienen que ver. Solo son ejemplos, tips de la política actual.

La cuestión de Ciudadanos es que se ha demostrado un proyecto político endeble. En el momento en que se apreció que no había opciones reales de gobernar, en el momento en que se movió con demasiada vehemencia y se extremó en ser oposición a Sánchez, foto de Colón mediante junto a PP y Vox, su gran mayoría de votantes se asustó o se sintió poco representada.

Digamos que había una base más socialdemócrata que se sintió decepcionada, porque eran votantes de Ciudadanos que difícilmente votarían al PP, que provenían del desencanto o de votar a los socialistas, o que no querían ver a Ciudadanos acercarse a las ideas más rancias de vox. Y luego había otra base de votantes del PP hartos de los casos de corrupción, desde empresarios hasta personas realmente conservadoras que podían tragar con el signo de los tiempos con otras ideas más abiertas de Ciudadanos.  Y que se fijaron a posiciones nacionalistas españolas, que estaban encantadas con ese giro a la derecha de fondo, pero que a la que surgió Vox y el PP fue dejando atrás en el calendario aquellos casos de corrupción, a medida que perdían fuerza en los medios, o volvían con Casado o apostaban por Vox. Porque para qué quedarse con una copia de la derecha si podías irte al referente duro. 

Lo que demuestra lo ocurrido en las elecciones catalanas, última opción tras las debacles de las últimas citas electorales desde las segundas elecciones de 2019, es que es el enésimo proyecto de cazar y fijar a votantes de una tercera vía. Esos votantes no están o no necesitan esa representación: optarán por unos u otros, o se quedarán en casa. No existe una tercera vía, entonces, porque nadie quiere un PSOE moderado o un PP moderado o nadie se siente realmente liberal a lo europeo en España. Prefieren ir cambiando el voto. Ciudadanos supo cazar, pero no fijar.

Y el partido de Rivera y Arrimadas quedará en la historia -no tiene por qué desaparecer y quizás surge un estado de cosas que le permitan tener un argumento de nuevo, quién sabe- como un partido reactivo. Sin nacionalismo catalán hiperinflado, no tiene gasolina. No había razones, en teoría, para votar a Ciudadanos. Es de esas realidades políticas interesantes comprobar cómo la mitad del electorado de Ciudadanos se ha ido al PSC de Salvador Illa y la otra mitad a Vox, dos partidos antagónicos desde los más visceral. Ciudadanos fue un partido que pudo dar un sorpasso a la derecha con los pies de barro, con un votante líquido, sin fijar. Optaron por pedir el apoyo a un votante acostumbrado a cambiar de papeleta, y tanto intentaron fijarlo en un rol de nacionalismo español que los consideró descafeinados a la primera de cambio, cuando surgió un partido como Vox, tan antipático teóricamente para un liberal de esos europeos en los que Ciudadanos se quiso reflejar.

Ya no es cuestión de que se vaya Arrimadas. Es cuestión de volver a tener una idea. Quizás nunca existió más allá de reacción y quizás era imposible fijarlos eternamente en un rechazo al nacionalismo. El batacazo es histórico. La naranja era liquida, por eso entraba tan bien. Quién no se toma cuando se lo pide el cuerpo un buen zumito. Arrimadas dice que no dimitirá. Fue quien puso arriba en unas catalanas a Ciudadanos. Lleva casi un año en proceso el partido tras Rivera y no se transforma en una oportunidad política a la vista. O buscan una receta nueva o se acabó, quizás. Ya fue un aviso a navegantes que a punto de empezar la campaña se marchase al PP su cabeza de lista hasta el momento, Lorena Roldán. Juan Marín tendría sobre la mesa ese desembarco, a cuenta de la idea lanzada por él mismo de presentarse en común con Moreno Bonilla en las próximas autonómicas. Quizás evitase la debacle. Pero entonces sería asumir la derrota. Si es que ya no viene confirmada por tantos golpes.

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