Cuentan que desde lejanas tierras llegaron tres magos a adorar a los andaluces. Uno, de las tierras de Doñana donde dicen que corren ríos de manzanilla; otro, de la Costa del Sol, donde son los turistas los que hacen magia, y otro, que aunque era de donde aquel otro rey, de los pies de una Giralda porque ya le faltaba solo sacarse el carnet del Betis. De tierras gélidas y norteñas (Córdoba) había otro hombre de barba cana que curaba a los enfermos, aunque de ese no va esta historia.
Esta historia va de cómo esos reyes, cada año, salvan la Navidad. Un ser malvado, acompañado de otros aún peores, quería acabar con las reuniones familiares. "No quiero cuñados ni primos en la misma mesa", decía. En cambio, quería que solo seis, el número del Diablo, acaso, pudieran cenar juntos. Pero entonces los tres hombres buenos le dijeron "no, atrás, malvado. En estas tierras amamos la Navidad, es nuestro sino celebrarla". De fondo suena un canto. Un grupo de pequeños irrumpe en la reunión y empieza a cantar "nuestra Navidad en Canal Sur". "¿Ve usted?", le dice uno de ellos al malvado, "nacemos con esto en la sangre, los once meses y medio restantes son solo una excusa para ser quienes somos estos días". "Con langostinos, no nos quite los langostinos", reincide a gritos el rey manzanillero para asombro del resto.
Entonces, el malvado responde: "Era una sugerencia, no vamos a imponer un criterio único". Desacompasados, comenzando a desafinar, los nenes abandonan la sala. "No puede ser. Queremos un criterio único para la Navidad". "Bueno, nos reunimos y lo hablamos". "No, tiene que dejarnos que podamos decidir. Seis no, ¡ultraje! ¡Doce, si las condiciones sanitarias lo permiten, aunque quizás sean seis", gritan al unísono. "Bueno, lo hablamos", replica de nuevo el malvado. "Pues vale, que tampoco queríamos decidirlo hoy, ¿eh? Aunque nos vamos enfadados, ya le decimos", dicen los tres reyes magos, que recogen sus togas y sus carpetas y salen de la reunión para emprender en sus camellos mágicos el viaje al Sur.
"Hemos salvado la Navidad", dirán en sus respectivas tierras. "Os traemos el oro de las ayudas europeas". "Os traemos la Navidad". "¿Y este humo?", le pregunta a uno de ellos un aldeano agradecido. "Qué humo", le responde el rey de las tribus malaguitas. "¿Es el incienso?", arguye el inquisidor. "Claro", dice con cierta carraspera. "Es incienso, que no humo, malhombre, aquí no hay ningún humo".