Me levanto, pis, me lavo las manos, desayuno, me lavo las manos, me lavo los dientes y me pongo las lentillas.
Hablo con mi madre y reviso las noticias, mi correo, Facebook y Twitter, mientras Alejandro termina de desayunar. Enciendo el ordenador para trabajar y de paso descubro el maravilloso mundo del telecole, que ríete tú del teletrabajo. La plataforma del colegio con las tareas diarias durante la cuarentena.
Logro descargarlo todo tras darle infinidad de veces al F5 del teclado (estaba colapsada y se quedaba colgada). Le escalono los deberes y me lo siento al lado. Craso error. Mi teletrabajo se ha ido quedando colgado varias veces como la plataforma del cole sin F5 al que recurrir.
Escribo un artículo para El Mundo, escribo la ocurrencia del día (la corta) en Facebook y mando un presupuesto que me han solicitado y que ya me han informado que me van a aceptar (¡bien!). A las dos paro, me lavo las manos y me abro una lata de cerveza helada.
Echo a remojar en un bol con agua 572 garbanzos, ni uno más ni uno menos (bueno, 573 porque había uno en dos mitades). Los voy a congelar mañana ya remojados, para cuando necesite poner el puchero que compré el otro día, cuando el mundo aun era normal y no me había cagado quinientas veces en los políticos que tenemos. Porque ahora mas que nunca estamos necesitados de líderes, no de gente con cargos (Margarita Robles, tu aquí no te des por aludida, que me gustaste mucho ayer).
Viene mi cuñado a preguntarme si quiero algo de la calle, y que aproveche, que ya no va a salir en siete días. Me aturrullo y le pido tomates y verdura, y cuando se marcha me empiezo a acordar de más cosas, pero no le voy a agobiar al hombre. (Aquí abro un inciso porque mi hermana es mi vecina: vivimos en el mismo edificio y solo estamos las dos, así que nuestro confinamiento es un poco gipsy, tenemos las puertas abiertas varias horas al día y los niños y nosotros nos movemos por las dos casas. Vamos, que no tengo jardín pero con mi hermana y la azotea esto es una cuarentena mejor que el Rasca de la Once).
Me lavo las manos y juego un ratito a la Nintendo con Alejandro, que me dice que por una vez me quiere enseñar él algo. Luego bailo el Despacito de Luis Fonsi versión Just Dance con él porque esa es la actividad que le ha puesto el profesor de Educación Física, que hemos dejado para hacerla por la tarde. En esta ocasión me cago también en el profesor de Educación Física y en Luis Fonsi y me lavo las manos.
Me pongo a trabajar en otro presupuesto y oigo aplausos. Compruebo la hora que es en tres relojes distintos. Mis vecinos tienen un adelanto de cinco minutos. O yo un atraso. Yo que sé ya.