Sirva este viejo refrán, expresión como todos de la sabiduría popular, para expresar de una manera entendible lo ocurrido el día después de las primarias socialistas en Andalucía. El pasado domingo el PSOE andaluz se sometió a ese viaje interior que debía determinar quien sería la persona encargada de afrontar la próxima cita electoral autonómica en nuestra tierra. Pero la cita con las urnas tenía, y a nadie se le escapaba, un valor añadido en caso de victoria clara, como así fue de Juan Espadas, y no era otro que el liderazgo del partido desde el minuto uno de dicho resultado.
Muchos intuíamos ya esa noche de domingo que la continuidad de Susana al frente del Partido Socialista hasta el próximo congreso regional era harto difícil rayando el filo de lo imposible por muchas razones, entre ellas la necesidad de la visualización inmediata del cambio que supone la victoria de Espadas o la imposibilidad de mantener en ese contexto de cambio una bicefalia nada deseable para las aspiraciones electorales del socialismo andaluz. Parece que Susana, motu proprio o con la colaboración de otros y otras, ha llegado a la acertada conclusión de que no tenía sentido el horizonte que a bote pronto había trazado en su convocatoria de prensa tras conocerse el resultado de las urna, no tenía sentido su continuidad al frente del Partido en Andalucía ni su permanencia en la portavocía del Grupo Parlamentario como parece que finalmente va a ocurrir.
En una entrevista que me realizaba lavozdelsur.es en los primeros días de octubre pasado manifesté mi opinión en el sentido de que el tiempo político de Susana Díaz en Andalucía había tocado a su fin pero al mismo tiempo decía que eso no tenía por qué significar el final de su carrera política por cuanto otras posibilidades podían encajar en el perfil de la expresidenta. Y parece que finalmente así va a ser como corresponde a un proyecto, el de Espadas, que desde el principio planteaba que con él al frente del partido unos y otros tendrían su lugar bajo el sol en la nueva andadura, y entiendo que así debiera ser porque sólo un partido integrador, fuerte y unido podrá intentar acabar con la coalición de derechas, internas y externas, gobernantes en nuestra tierra. A primera vista no resulta fácil la tarea de sanar las heridas y sellar las grietas que este tiempo pasado ha producido en el Partido y sobre su electorado pero Espadas debe intentarlo con toda la sensatez que le caracteriza y Susana debe ayudarle desde la lealtad que siempre demandó en sus momentos de máxima responsabilidad.
Y es que esa tarea de recuperar el Gobierno de Andalucía no será ni mucho menos fácil pero tampoco imposible. De ahí la importancia de la renovación anunciada de la dirección del Grupo Parlamentario con la posible portavocía de Ángeles Férriz a la que me refería el pasado fin de semana como la más damnificada del periodo que acaba. Conozco bien a Ángeles que cuando comenzó como portavoz de la Ejecutiva era capaz de transmitir ese aire fresco que la oposición a Moreno requiere, hasta que de la noche a la mañana desapareció del escenario. Al igual que Espadas su recorrido municipalista es uno de sus principales avales para la tarea que parece le van a encomendar en esa estrategia acertada de cuestionar la frágil vocación de ayuda a los ayuntamientos y diputaciones del Gobierno de Moreno.
Los próximos días nos ayudaran a formar una idea más sólida y menos especulativa de la fortaleza del proyecto de Espadas, pero desde ya los votantes, simpatizantes y militantes socialistas se sienten capaces de recuperar lo mejor de nosotros mismos a lo largo de la historia más reciente. Por eso resulta acertado el viejo refrán, aquí paz y después gloria.
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