La de Isabel Díaz Ayuso poniendo la alfombra roja a un mandatario extranjero de extrema derecha es una de las mil caras de la presidenta madrileña. Todo lo que le pueda servir para mitigar el trauma antisanchista que le atormenta desde que gracias a Ciudadanos alcanzó la presidencia de la comunidad, no siendo la lista ganadora es capaz de ser asumido por esta señora en su insensato juego con las prácticas de la extrema derecha mundial.
Le pese a quien le pese Ayuso es la lideresa de la extrema derecha madrileña, esa que se ha venido poblando de ricos inmigrantes latinoamericanos que han encontrado en Madrid su rincón de gastar las riquezas acumuladas en sus países de origen con métodos poco conocidos. La internacional de extrema derecha latinoamericana ha hecho de la presidenta madrileña su oscuro objeto de deseo por su receptividad y amabilidad a la hora de admitir que ocupen los barrios más exclusivos de la derecha madrileña de toda la vida. Los nuevos cayetanos, por obra y gracia de Ayuso, ya no han nacido en buena parte en el barrio de Salamanca sino en palacetes y haciendas de nuestra querida América Latina.
Esa es otra de las mil caras de nuestra gentil presidenta madrileña, lideresa del exilio de los sectores más radicales de esas sociedades latinoamericanas.
Lideresa de quienes en sus países de origen negaron la libertad de sus conciudadanos, pero aquí son capaces de reivindicarla como parte esencial de la doctrina de gobernantes como el desubicado Milei, la libertad como instrumento para acabar con la justicia social y buena parte de los derechos fundamentales de los habitantes de esos países como la Argentina que en buena parte llora ahora el desahogo que se permitieron en las urnas.
La imposición de esa condecoración al ultraderechista presidente argentino ha puesto de manifiesto otras muchas de esas mil caras que esconde Ayuso. Podría pensarse, a la vista de la deslealtad de la presidenta madrileña para con el legítimo Gobierno de España, que guarda muchos paralelismos su truculenta concesión de medalla burlando las normas establecidas en el Estado español en materia de política exterior con las prácticas del independentismo catalán más radical que cuando gobernaba decidió tener su propia política exterior que las normas derivadas de nuestra Constitución no contemplan.
En este sentido, Ayuso, haciendo caso omiso de esas normas para condecorar a quien permanentemente insulta al gobierno de nuestro país, se ha convertido en la Puigdemont madrileña. Mientras que los independentistas plantean que Cataluña no es España, la ultranacionalista Ayuso plantea que España en Madrid, qué puestos a comparar, viene a ser lo mismo, negar la esencia propia de España.
Y lo más triste es que por muchas caras que sea capaz de mostrar resulta cada vez más difícil ocultar la verdadera, la de ser la marioneta del sector más extremista del Partido Popular que representan Aznar y la señora Aguirre, y cuyos hilos maneja el sempiterno y desvergonzado Miguel Ángel Rodríguez. Y hablando de hilos y marionetas, viendo las intervenciones de Milei en el día de ayer en Madrid a la presidenta madrileña se le ponía cara de Mari Carmen, la de los muñecos.