Cádiz, capital mundial del piso turístico

Quizás en Cádiz haya algo que rellenar, el vacío mental de los especuladores, y que a lo que haya que perder el miedo sea a la altura de miras de los profetas del ultraliberalismo urbanístico

Una imagen de la confitería El Pópulo de Cádiz.

Leo con gran pesar que la confitería El Pópulo, situada en el corazón de la ciudad de Cádiz, cerrará sus puertas definitivamente en breve tiempo. La noticia, más allá de la preocupación por la causa del cierre, me ha traído a la mente aquellos años adolescentes de estudiante forzosamente desplazado a la capital y que algunas tardes escapaba del cercano internado para saciar el apetito que despertaba la mera contemplación de su escaparate.

Pero más allá del destello nostálgico el anuncio del cierre ha venido a sumarse a otras inquietantes noticias publicadas por la prensa capitalina en los últimos meses. Se podía leer hace poco menos de un mes como el propietario de una de las empresas, que más negocio han hecho con la especulación tan característica del mercado inmobiliario, pedía más rellenos del lecho marino para obtener suelo y que perdiéramos el miedo a las alturas de nuevos rascacielos en la ciudad.

Semejantes brutalidades urbanísticas no dejan de ser reflejo del pensamiento ultraliberal que tanto ha contribuido a deshumanizar nuestras ciudades y en especial Cádiz. Barrabasadas como las que este señor pedía retomar ya se produjeron en la época más tardía de la dictadura española amparándose en la inexistencia de un control democrático del urbanismo municipal. Se alegaba en dicha entrevista que igual que se rellenaba un trozo de la Bahía para la terminal de contenedores habría que hacerlo para la construcción de más viviendas en la ciudad sin reparar en que la falta de vivienda para un alquiler social viene motivada precisamente por el desvío de buena parte del parque de vivienda de alquiler hacía el universo de los pisos turísticos no sólo en el Casco Antiguo sino también de las Puertas de Tierra hacia fuera.

Y lo de perder el miedo a las alturas de los rascacielos resulta difícil para quienes vivimos el crimen urbanístico del edificio en altura que se construyo al inicio de la Alameda Apodaca, donde tenía su sede un conocido restaurante de la ciudad, o el construido junto al Hospital Puerta del Mar. De tal suerte que quien estos argumentos lanzaba, aprovechando el déficit de vivienda en la ciudad y la pérdida de población, acusaba al alcalde gaditano Bruno García de cobardía política como si de un peligroso radical de izquierdas se tratara.

Y es que resulta cuanto menos curioso que se hagan estos análisis reduccionistas del problema de la vivienda en la ciudad y se intente ocultar que una buena parte del problema reside en la proliferación de los pisos turísticos que han invadido el entramado urbano gaditano expulsando de la ciudad a cientos de familias que ocupaban esas viviendas con anterioridad y haciendo imposible que Cádiz sea una ciudad universitaria por cuanto los estudiantes venidos de fuera no encuentran techo bajo el que cobijarse.

Quizás en Cádiz haya algo que rellenar, el vacío mental de los especuladores, y que a lo que haya que perder el miedo sea a la altura de miras de los profetas del ultraliberalismo urbanístico.