Sorprenden las últimas noticias sobre la participación de la inteligencia militar rusa en Cataluña tras la sentencia del procés, un momento especialmente sensible para la estabilidad social y política no sólo de Cataluña sino del conjunto de España, sobre todo si tenemos en cuenta que nos aventurábamos en un nuevo proceso electoral que debía servir para poner fin a la inestabilidad institucional de este país.
La presencia de espías rusos en Cataluña pertenecientes a la unidad 29155, vaya tres números finales para pasearse por Barcelona aunque sea de riguroso incógnito, está siendo investigada por el Juez de la Audiencia Nacional García Castellón. A ello debe sumarse la sospecha casi cierta de hackers rusos en el entorno de las movilizaciones de Tsunami Democratic. Todo ello viene a confirmar el interés permanente del Gobierno de Putin por interferir en los procesos electorales ajenos y en buscar la desestabilización de las democracias europeas con el único propósito de debilitar a la Unión en el tablero geoestratégico mundial.
Y mientras tanto este mismo día Quim, el bueno de Torra, ha comparecido en su radio de cabecera, RAC1, para afirmar entre otras lindezas que nunca más será candidato a President de la Generalitat ante lo que la sociedad catalana más sensata ha suspirado con emoción contenida. Pero como nunca hay cara sin cruz a renglón seguido ha afirmado que no piensa adelantar las elecciones a menos que factores externos, literalmente ha citado la posible inmunidad parlamentaria de Puigdemont, le lleven a tomar esa decisión, definitivamente Cataluña sigue cabalgando a lomos de un tigre, siberiano según las ultimas noticias.
Y de Cataluña a nuestra Andalucía, de sentencia en sentencia y tiro porque me toca. La sentencia de los ERE, aunque pendiente de recurso ante el Tribunal Supremo, se ha dado a conocer el pasado martes. Para alguien como yo, con una larga trayectoria socialista, como para miles de compañeros y compañeras socialistas ha supuesto un duro golpe, no conviene negar lo evidente y crear evasiones mentales que mitiguen el dolor propio señalando los pecados ajenos. Lo que resulta chocante es ver la reaparición fugaz de Rivera convertido en una especie de cante de ida y vuelta, como las colombianas. Debe ser algún tipo de terapia que le ha recomendado su sicólogo de cabecera para intentar superar el trauma electoral del 10N.
Y el presidente de la Junta de Andalucía tira de altavoz institucional para decretar el final de la corrupción en Andalucía, una ingenuidad calculada cuando en el procedimiento de la Gürtel jerezana la fiscalía ha pedido la reimputación de la señora García-Pelayo, o cuando el nombramiento de su señora hermana para la dirección del Conservatorio de Málaga continúa siendo el secreto mejor guardado de San Telmo. Semejante desfachatez sólo puede entenderse desde la perspectiva del máster de cinismo que está cursando colegiadamente el conjunto del Gobierno andaluz con Moreno Bonilla a la cabeza.
Y para cabeza la de Susana. La expresidenta ha reaparecido cuarenta y ocho horas después de conocerse la sentencia una vez que su batallón de zapadores le habían desbrozado la maleza en la que lleva tiempo viviendo. Para los que la conocemos bien no sorprende en absoluto su reaparición en medios de la capital del reino, el mejor lugar para anunciar orbi et orbe su voluntad férrea, por cierto bastante oxidada, de: “…. volver, volver, volveeeeer… yo sé perder, yo sé perder, quiero volver, volver, volver...” como si del mariachi de Vicente Fernández se tratara. Mucho me temo que, conociendo el patio, las rancheras no sean la mejor banda sonora para el futuro del socialismo andaluz, ahí lo dejo, tiempo al tiempo…
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