O quizás sería más acertado llamarlo al rojo vivo, que es el color que está tomando este mes de septiembre en el que se celebra la elección de candidaturas al próximo Congreso Federal del Partido. El primer paso tuvo lugar ayer viernes, momento en el que se consumó lo que se había venido filtrando desde distintas instancias, que no era otra cosa que la presentación de una candidatura alternativa a la de la actual Secretaria General y Presidenta de la Diputación, Irene García.
Hasta ahí se podría hablar de sorpresa relativa para la opinión pública y buena parte de la militancia del propio partido. Lo realmente sorprendente ha sido el bochornoso prólogo que hemos vivido protagonizado una vez más por la máxima dirigente provincial y sus mentores en la sombra, los hermanos Román. Nada más conocerse a principios de semana la posibilidad de una segunda candidatura liderada por el Alcalde de San Roque, Juan Carlos Ruiz Boix, la Presidenta de la Diputación entró en modo temblor de piernas y recurrió a su primo el de Zumosol, el mayor de los hermanos Román, quien ha explicitado por activa y por pasiva y en reiteradas ocasiones su línea directa con el Secretario General, Pedro Sánchez.
Hasta tal punto ha llegado la desvergüenza que no me podía creer la información de un medio provincial afirmando en titulares que Ferraz desautorizaba la presentación de una candidatura alternativa a Irene García, resultando que dicho medio es el mismo en el que colabora con asiduidad como columnista el mayor de los hermanos Román. No salía de mi sorpresa ante lo afirmado allí por cuanto difícilmente la Dirección Federal del Partido va a tirar piedras contra su propio modelo de participación en los procesos electorales internos y que pretendía ser el más participativo al tiempo que democrático. De ahí que a día de hoy, cuando ya se ha consumado la puesta en marcha oficial de la candidatura alternativa con su registro en la sede de San Antonio, todavía no termine de entender ese recurso al miedo a lo desconocido utilizado por el romanismo con la complicidad bochornosa de Irene García y lo que queda de su cohorte en el Palacio Provincial.
Si bien desde mi punto de vista fue un error la filtración de la existencia de una candidatura alternativa desde los llamados “críticos” con la consiguiente publicación del mapa provincial de adeptos, porque sin lugar a dudas proporcionaba al oficialismo la puerta trasera para la presión. Sin embargo es todo un acierto la consumación de esa alternativa por cuanto cualquier candidatura de consenso encabezada por Irene García supondría un estatus quo que buena parte de la militancia no entendería y que supondría la continuidad del poder en la sombra de los influencers con origen chiclanero bajo el disfraz del poder vicario de la sanluqueña.
Y es que entiendo que la renovación del partido en la provincia no puede aplazarse bajo el pretexto de que ahora no toca, aún recuerdo aquel Comité en El Puerto de Santa María en el que se dilucidaba la misma cuestión: la elección de delegados al Congreso Federal en el que se eligió a Alfredo Pérez Rubalcaba. Irene García y sus mentores actuales no dudaron en convertir aquel acto en el inicio de una renovación que ella misma lideraría. Lo malo fue que no le salieron las cuentas y perdió. Por tanto refugiarse en el “ahora no toca”, además de demostrar debilidad, es un claro ejercicio de cinismo que difícilmente se puede sostener teniendo en cuenta los antecedentes a los que me acabo de referir.
No soy persona dada a ofrecer consejos, convencido como estoy de que los consejos están para no hacerles caso, pero creo que cualquier paso atrás de quienes han tenido el atrevimiento de desafiar el oficialismo provincial sería la continuidad del más de lo mismo, el sustento del poder vicario utilizando la red clientelar del poder institucional claramente puesta de manifiesto por la prensa provincial meses atrás. El nerviosismo que delatan declaraciones como las del sector oficialista hablando en nombre del padre, además de ser un embuste planetario son una muestra inequívoca de que el abismo se ha abierto ante sus pies. Cualquier pacto antes del día veintiséis, en el que la militancia debe pronunciarse, no puede entenderse más que como una renuncia suicida a la ineludible tarea de oxigenar el socialismo gaditano. Por fortuna, las decisiones, como las que ahora hay que tomar, corresponden a la militancia y no a los poderes fácticos entre tinieblas. Eso fue lo que yo le entendí a Pedro Sánchez.