Ayer domingo, 13 de junio y onomástica de San Antonio, patrón de los amores imposibles, se demostró una vez más que encomendarse a los santos no es la mejor solución para solucionar tus problemas. No pudo Susana, ni con la ayuda del santo, recomponer aquel viejo idilio con la militancia socialista andaluza roto ya desde hace años. Tampoco le ha servido, como manifestaba en esta misma columna el pasado sábado, embarrar el terreno de juego a lo largo de esta campaña con la conocida trilogía del sucursalismo, el antifeminismo de Ferraz y el viejo eslogan sanchista de un militante un voto.
La pulsión interna de cambio que se palpaba desde hace tiempo en la militancia andaluza ha emergido con toda la fuerza de la lógica y la ayuda de aquellos clásicos y clásicas del socialismo andaluz que sucumbieron a la catana de Susana, y esto último no es ninguna figura bélica inventada en esta primera mañana de los nuevos tiempos del socialismo andaluz, al que le queda un largo y arduo camino por recorrer para recuperar Andalucía de las manos de esas derechas que han hecho del rostro amable de Moreno su única estrategia de gobierno.
Lo de la catana es una palabra que la propia Susana utilizó conmigo, adversario interno irredento hasta que me harté del paripé, cuando le tocaba suceder a Griñán en la secretaría general del partido. Muy temprano recibí una llamada de la propia Susana, cosa extraña por infrecuente, que sin anestesia previa me lanzó lo que ella creía que sería la pipa de la paz de nuestras diferencias, diciéndome: “Yo no tenía nada contra ti, pero Griñán me dio la catana para intentar acabar contigo”. A partir de ahí la conversación es irreproducible por políticamente obscena.
“Yo no tenía nada contra ti, pero Griñán me dio la catana para intentar acabar contigo”
Y fue precisamente con el ascenso de Susana como secretaria de Organización de Griñán cuando el Titanic del socialismo andaluz puso proa hacia la irrelevancia como han puesto de manifiesto los resultados electorales autonómicos hasta el naufragio definitivo con la pérdida de la mayoría suficiente que entregó el Gobierno de la Junta a la coalición de las tres derechas. Sus miedos primero, en las primarias en las que apoyó a Sánchez, y sus ambiciones desmedidas después, cuando derrocaron al secretario general, fueron contribuyendo a desnudar el mito que ella misma había construido con su llegada, más que premeditada, a la Presidencia de la Junta de Andalucía.
Pero bien está lo que bien acaba y la militancia socialista ha decidido poner fin a los viejos modos de la manera más democrática, con su voto reflexivo y sereno, algo en lo que el PSOE va por delante años luz del resto de las organizaciones políticas de nuestro país. Y es aquí, cuando se da conocer el aplastante resultado, cuando surge de nuevo la versión susanista de El último truco.
Andalucía necesita aire fresco en todas sus casas del pueblo desde San Vicente hasta el pueblo más pequeño
Su comparecencia de la noche pasada no tenía otro objetivo, una vez más, que situar al partido en el escenario de la tensión, sólo necesitó unas pocas horas, mientras Cornejo le hacía de telonero, para trazar su nueva estrategia a la desesperada. Ya que era claramente imposible cuestionar la victoria de Espadas decidió hacer frente a lo inevitable, su dimisión inmediata como secretaria general, con el socorrido truco de: “Me echo a un lado y colaboraré con Espadas”, olvidando y contradiciendo la estrategia que ella mismo inculcó en Griñán según la cual en el socialismo andaluz no hay lugar para bicefalias y que llevó al entonces presidente a enfrentarse con su viejo amigo Manuel Chaves tras el cónclave de secretarios generales provinciales del Robles del Aljarafe y donde sólo tres nos opusimos a lo que considerábamos una decisión nefasta para el partido como se demostró posteriormente.
A día de hoy no queda otra que su dimisión como secretaria general por cuanto la elección de este pasado domingo demostró bien a las claras que los socialistas y las socialistas andaluces han optado por la moderación personal, la sensatez política y el buen gobierno encarnados en la persona de Juan Espadas. Si Susana hace oídos sordos a ese clamor de la militancia la dirección federal debe tomar cartas en el asunto con carácter urgente, y a partir de ahí emprender también sin tregua la renovación de las direcciones provinciales, porque Andalucía necesita aire fresco en todas sus casas del pueblo desde San Vicente hasta el pueblo más pequeño. Suerte Juan y que la fuerza te acompañe.