Con esta columna llegamos al final de una trilogía dantesca en cuanto a la comparación de nuestra esplendorosa e inigualable Feria del Caballo de los años 1995 a 2003 con la esperpéntica verbena de mayo que sufrimos ahora.
Creo que en las dos anteriores columnas se han demostrado las carencias en cuanto a la calidad-decoro de las casetas y del modelo de negocio mercantilista que ha producido un encarecimiento de los precios, a los cuales pocos bolsillos pueden llegar. La mayoría de los jerezanos comen fuera del recinto ferial o en sus casas y a partir de las cinco de la tarde entran a disfrutar del reguetón y del rebujito.
Pero hoy entro en un detalle muy significativo y que hacía que los turistas, visitantes y los propios jerezanos quedáramos prendados de los enganches y de su variedad:
Limonera: Carruaje pequeño en el que solo se engancha un caballo.
Tronco: Compuesto por dos caballos en paralelo unidos por una vara llamada lanza.
Tándem: Enganche formado por dos caballos en prolongación.
Potencia: Consiste en tres caballos enganchados en paralelo.
Tresillo: Estos son dos caballos en tronco y un caballo guía o pericón.
Cuarta: Enganche de cuatro caballos formado por dos troncos.
Media potencia: Formada por un tronco pegado al carruaje y una potencia delante.
Gran potencia: Son dos potencias, una pegada al carruaje y otro delante.
A la larga: Son aquellos enganchados por parejas a partir de seis.
Los mirábamos como a los pasteles detrás del escaparate. Para nosotros, la gran mayoría, eran inaccesibles y hasta los cocheros nos miraban con altanería.
La Feria entonces comenzaba el miércoles y desde el primer día ya se veían algunos enganches circulando por el paseo de caballos, pero cuando se pasó a la feria con inicio el domingo noche; los lunes, martes, y casi miércoles, apenas había carruajes en la feria… una vez iban llegando desde poblaciones andaluzas al Depósito de Sementales para concursar en ese privilegiado recinto el fin de semana, ya sí se veía una mayor cantidad de ellos para el goce de los “mirones”.
Todo esto cambió cuando la alcaldía de Jerez (ya sin Pacheco), decidió que los coches de caballos de alquiler que pasaran una exhaustiva inspección por parte de personal especialista e independiente, pudieran obtener una matrícula y se estableció un precio “módico-festivo” para que todos pudiéramos pasear sentados y ver una perspectiva de la feria que nunca habíamos podido disfrutar. Un éxito para todos, por un lado, los “señoritos” seguían con sus caros carruajes, pero nosotros también lo disfrutábamos y así se estrechaba la relación entre “nobleza y ciudadano”.
Para terminar con esta trilogía, comentar que después de ver el alumbrado de Navidad de la calle Larios de Málaga de este año, el nuestro de la feria sigue siendo majestuoso pero… hay que espabilarse con la empresa Iluminaciones Ximenez de Puente Genil y dar un pasito innovador.
Mi moneda, que estaba en el aire, cayó al suelo y me tuve que manchar los dedos con el “pseudo albero” (no se cambia desde hace lustros y el adoquinado no se limpia nunca, los días de levante parece aquello el “oeste” con las tormentas de arena), volviendo a mi moneda, hasta que la pude desempolvar no vi si era cara o cruz. Lo que salió os lo diré en su día y dependerá del concejal de fiestas y de la alcaldesa… pistas les he dado para que suban el nivel de nuestra “verbena de mayo”. Ya escribiré, una vez finalizada la edición 2020 y os diré si la moneda cayó de cara o de cruz.
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