La última ficción del capitalismo deshumano, superadas ya todas las instancias del neoliberalismo hasta ahora, se designa a sí misma como anarcocapitalismo. Estos juegos malabares con las palabras buscan, sin duda, presentar como novedad y cambio hechos viejos, teorías antiguas y resentimientos clasistas muy rancios, esencialmente desde la práctica del clasismo más meapilas, cuando ni el arzobispo de Buenos Aires se calla: “La dimensión social es fundamental y nos permite mirar al bien común y no solo al interés privado”.
La Edad Media alumbró unas monarquías absolutas y hereditarias, y dejó atrás las de ruido de armas o electivas que practicaban los visigodos, por ejemplo. Aquel absolutismo no terminó de cuajar, sin embargo, y de la mano de la ilustración se convirtió en el despotismo ilustrado, a mediados del siglo XVIII.
Para Voltaire, o para Federico II de Prusia, quien le dio asilo, el lema de "todo para el pueblo, pero sin el pueblo", garantizaba la prevalencia de las elites y sus opiniones y decisiones sobre qué cosa era el bienestar de las personas. Derechos del Hombre y del Ciudadano según lo que las elites estuvieran dispuestas a ofrecer.
Como se sabe eso no quedó así y se desató la Revolución Francesa de 1789. Aparecerían entonces las monarquías constitucionales y parlamentarias en paralelo a las repúblicas.
Interesa hacer este cuento porque las repúblicas eran interpretadas como el resorte para impedir la petrificación de las viejas elites en las posiciones de poder y una renovación permanente de la sociedad, y las monarquías parlamentarias la ilusión de que todo cambiaría sin que nada estructuralmente cambiara: El Gatopardo. Pero hete aquí que en las repúblicas se crearon nuevas aristocracias o se camaleonizaron las viejas, o las dos cosas.
Ocurrió, sin embargo, que hubo sociedades en que ni dios ni el rey ni la televisión, dieron para frenar a las personas que insistían en seguir avanzando en libertades y, sobre todo, en derechos; y los derechos siempre cuestan dinero, como es claro. Las aristocracias económicas perdieron la paciencia, pensando que nacieron para que todo les pertenezca, e inventaron el neoliberalismo, que muy pronto cayó en el normal descrédito. La ayuda de las dictaduras fue contraproducente y hubo que volver a democracias constitucionales, cada vez más neoliberales y que volvieron a caer en descrédito. Aunque el neoliberalismo trabajó incansablemente para crearle descrédito a la democracia, en favor del autoritarismo y el capricho, y a la sociedad de derechos: “La justicia social, esa aberración”.
Ahora inventaron recién el libertarismo derechista, de apellido anarcocapitalismo. Es innegable la habilidad no solo para inventar juegos de palabras, sino juegos de palabras que echan raíces en sociedades previamente empobrecidas y despojadas de formación y cultura: embrutecidas, nuevamente.
A todo esto vengo porque en la toma de la jura del cargo a los ministros argentinos del nuevo Gobierno, Javier Milei dijo algo fundamental y fundamentalmente ideológico: "... La jura es un evento privado para que los ministros se puedan poner a trabajar". O sea, ¿asumir un Ministerio de servicio público al Estado y a la Nación sería un evento privado? Es curioso que incluso en las dictaduras, la jura de los cargos de servicio al Estado se realizan en actos públicos.
Además, cambió un decreto presidencial anterior para poder nombrar a su hermana secretaria general de la Presidencia, con rango ministerial.