¿Desplazados por qué? ¿Refugiados en dónde? ¿Migrantes desde cuándo? ¿Demandantes de qué?… (seguir leyendo)
Cuando nuestros vecinos han aporreado nuestras puertas, nos hemos desubicado. No los reconocemos, no entendemos qué nos reclaman, no recordamos qué les debemos. Ni siquiera sabemos cómo nombrarlos: ¿Desplazados por qué? ¿Refugiados en dónde? ¿Migrantes desde cuándo? ¿Demandantes de qué?…
¡Y cuánta desilusión, cuánta desesperación en los rostros de esos desconocidos, al comprender que para nosotros hace tiempo que “asilo” ya no designa aquel lugar sagrado de los antiguos griegos, sino una casa donde la gente se arrincona, desorientada, sin reconocerse entre sí.