El próximo día 26 es la fecha anunciada para eliminar el uso de mascarilla, de momento en exteriores.
Aunque todavía nos queda camino que recorrer hasta la normalidad absoluta, esa fecha tiene algo de simbólica, porque quizás la imagen que mejor represente la pesadilla que estamos a punto de terminar, sea la de observar que todos los que nos rodeaban, incluso en nuestros propios domicilios, iban embozados con su correspondiente mascarilla.
Fueras donde fueras esa era la imagen, que quizás se vaya a quedar para unos cuantos años, especialmente durante los meses de invierno, porque hemos entendido que es una manera de evitar contagios de virus que se transmiten por aerosoles, como la gripe o los catarros comunes, prácticamente desaparecidos durante la pandemia.
Ahora queda rematar la faena sin torpezas ni confianzas excesivas. Este virus nos ha demostrado su capacidad de evolución y su facilidad para atacar cuando bajamos la guardia.
El ritmo de vacunación va muy bien, pero aún faltan dos o tres meses para llegar a una cifra tranquilizante.
Es cierto que ahora al afectar a los más jóvenes no se producen ingresos hospitalarios y que la gravedad de su ataque disminuye considerablemente, pero aún nos queda por saber los efectos que sobre ellos puede provocar.
Por eso debemos continuar con las campañas de prevención y rebajar con tiento las medidas que vayamos tomando. Tenemos experiencia de que correr demasiado nos lleva a tropiezos considerables que acarrean sufrimiento y muertes.
Después, cuando acabe definitivamente, llegara el momento de hacer balance, de analizar los errores cometidos para evitar repetirlos en el futuro.
La Covid-19 nos ha demostrado que quizás esa imagen de que el mundo desparecería debido a una confrontación nuclear, por una cadena de catástrofes meteorológicas, o por el impacto de un asteroide, es ya cosa del pasado.
Probablemente y sin ser agorero, el peligro nos vendrá de algo más pequeño, extremadamente minúsculo, como un virus que salte de un animal a un humano y se transmita a través de aerosoles.
Conviene pues mantenerse alerta y de ese análisis de los errores cometidos, ser capaces de elaborar una guía de soluciones.
Por citar algunos relevantes, quizás nos haya faltado una buena educación para la salud dirigida especialmente a nuestra juventud, para que comprendan que en un momento de emergencia como el vivido, tienen que aceptar y cumplir que las normas cambien y se vuelvan más restrictivas.
También corregir los instrumentos políticos que han fallado esta vez. Especialmente que no se puede afrontar una crisis así como un Reino de Taifas, donde cada Comunidad Autónoma haga los que la venga en gana, sin que haya posibilidad de dictar normas colectivas de obligado cumplimiento para toda la ciudadanía.
Quizás lo más importante será que nuestra clase política, que ha dejado bastante que desear estos 16 meses, entienda que en este tipo de crisis se beben poner el traje de estadistas, anteponiendo el bien común al de su partido.
Por último y quizás lo más importante, que a partir de ahora en temas de emergencia sanitaria, el peso de las decisiones venga avalado por las recomendaciones de los expertos, personal sanitario, virólogos, o científicos.
Dicen que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Evitemos confirmar esa teoría la próxima vez. Cambiemos las leyes y normas que haya que cambiar, pero nunca más se puede repetir el vergonzoso espectáculo que a menudo hemos observado durante esta pandemia.
Si ahora que es el final del curso y es la hora de poner las notas las pusiéramos en este caso, la clase política tendría un suspenso rotundo, al igual que una parte de la sociedad, en especial de la juventud.
Al otro extremo los sobresalientes se los han llevado el personal sanitario, los servicios esenciales, los científicos y expertos y una importante parte de la ciudadanía que sí han estado a la altura de las circunstancias.
Mención especial con matrícula de honor para la ciencia, capaz de lograr vacunas en un tiempo record que nos van a salvar de la hecatombe.
También para el futuro deberá tomarse nota para que deje de ser la pariente pobre de nuestro gasto.
Aún queda un trecho para salir del oscuro túnel por el que transitamos hace 16 meses, todavía debemos tener cuidado, pero la luz se ve cada vez más cerca y debemos ser optimistas.
Ahora sí, el futuro es más claro e ilusionante, porque viene la recuperación de la salud y también de la economía.
Veremos…
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