La historia del ser humano es, básicamente, de lucha contra las adversidades de la naturaleza y los abusos del poder. Es una historia de sangre y de horrores. Los logros obtenidos nunca fueron concesiones amables de los gobernantes, sino conquistas impulsadas por el deseo de vivir en libertad, que es la única forma "digna" de vivir. En ese camino estamos todavía, y por él transitan millones de personas dispuestas a dejarse la piel en las alambradas o a morir en los océanos con tal de conseguirlo. La dignidad de la persona está recogida como derecho a proteger en el título primero de la Constitución Española y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero el día que tocó este tema el Consejo de Ministros en pleno debía estar con gripe y ninguno de sus miembros aprendió que, en definitiva, la dignidad es aquello que de ninguna manera se está dispuesto a perder cuando ya te lo han arrebatado todo.
La burocracia partidaria que manda no comprende que cuando una tubería gastada tiene una fuga es inútil suturarla pegándole un chicle, porque la presión acabará abriendo nuevas grietas por otro lado. Tampoco entiende que cuando más de un millón de personas sale a la calle, marchando por la defensa de su dignidad, es un intento baldío que la propaganda oficial minimice esa fuerza y la silencie porque, más tarde o temprano, el estallido le reventará en la cara. En la España "Popular", los gobernantes piensan que los votos le otorgan una especie de derecho de pernada para someter a los débiles y ahogarles en una vida sin horizonte. Para ellos el valor de un individuo depende de cómo fluctúen los "mercados", que es esa mano invisible que defiende sus intereses desplegando a 1.600 policías, armados con escudos, cascos y porras, para detener la indignación desbordada que se filtra por las paredes del sistema; de un sistema perverso y corrupto en el que, según el informe “Gobernar para las élites” de Intermón Oxfam, veinte familias atesoran en sus cuentas corrientes el equivalente a lo que ingresan los diez millones de españoles más pobres.
Mientras esos fontaneros que hoy gobiernan para las élites no lo hagan para la ciudadanía y cumplan con los anhelos de la sociedad, ramificando el caudal de riqueza que produce y repartiendo equitativamente sus beneficios, seguirán abriéndose grietas y más grietas... Da igual que muchos medios de comunicación, tan podridos como el poder político y financiero que los alimenta, intenten taponar las fisuras de esta democracia enferma. No hay enemigo más poderoso que aquél al que ya no le queda nada que perder.
Dice el filósofo José Antonio Marina en su libro La lucha por la dignidad que “la idea de Humanidad es un bello fruto de la creatividad humana, en la que ha colaborado de forma principal la compasión, y también la indignación, que es la furia ante lo que vulnera la dignidad”. También dice que la “dignidad es una invención imprescindible para alcanzar la felicidad”. El día 22 de marzo más de un millón de ciudadanos indignados marcharon por la calles de Madrid defendiendo el derecho a ser felices.