Estamos ya en plena recta final de las elecciones del 4-M en Madrid y queda el sprint final entre la derecha y la izquierda. Acaba de pasar el esperado debate electoral con más pena que gloria. Conoceremos ese día si Isabel Díaz Ayuso, IDA para los amigos, es capaz de obtener la mayoría absoluta, a pesar de la mala gestión que ha hecho de la pandemia y de no haber sido capaz de gestionar nada en los dos años que lleva como presidenta.
Ella ha impuesto aquí un nuevo estilo en la política made in Trump, que al parecer gusta al electorado. El de la mentira constante, enterrando el “nosotros” clásico que impuso un Miguel Induráin sensato y solidario, para en cada entrevista, en cada comentario introducir el “yo” egoísta y egocéntrico. Frente a ese yoismo enfermizo la izquierda ha intentado, a veces con poco éxito, introducir en la campaña el “nosotros” solidario, generoso y plural.
En una campaña impuesta a sangre y fuego por el gran gurú de la derecha extrema, Miguel Ángel Rodríguez, está siendo difícil introducir elementos de debate ideológico y programático. Por eso las voces de Gabilondo, Mónica García e Iglesias han estado apagadas por el griterío impuesto por una Ayuso prepotente y altiva, que en las entrevistas como la del pasado sábano noche, apenas dejó preguntar a un Iñaki López desbordado por tanta verborrea vacía.
Para el futuro quedará el estudio de sociólogos y psicólogos, de por qué en la sociedad madrileña gusta tanto esa manera excluyente del “otro”, ese interés exclusivo por lo suyo, suyo. Quizás porque una parte importante de esa sociedad sea ahora como ella. Tiene pinta a estas alturas de la película que como dice el dicho popular “el pescado está todo ya vendido”, y Ayuso con el apoyo de Monasterio tendrán la mayoría absoluta holgada.
Si les sale bien la jugada, si son capaces de conseguir entre ambos esa mayoría absoluta de escaños, su éxito también podría tener consecuencias negativas para unos Casado y Feijóo, que miran con recelo el ascenso fulgurante de la figura de IDA. Resulta un aviso a navegantes la salida de Esperanza Aguirre, apoyando la deriva derechista de IDA como el camino a seguir por el PP.
Para el país sería una terrible noticia, especialmente si la extrema derecha impone su fuerza planteando entrar en el Gobierno. Parece evidente que el trío Ayuso-Rodríguez-Aznar no tendrían ningún reparo en aceptarlo. Otra cosa será la dirección del PP, consciente de que España es tremendamente plural y lo que puede resultar positivo para sus intereses en Madrid, podría ser negativo en el resto del Estado.
Tendríamos así una derecha muy fuerte en el centro y Galicia, pero muy debilitada en la periferia y ese pacto podría tener consecuencias muy negativas para ellos en las próximas elecciones de Andalucía. Quizás el otro gurú, Iván Redondo de la Moncloa, haya diseñado la táctica en esa dirección, perder Madrid para ganar España. De ahí mantener a Gabilondo a sabiendas de que su tirón era escaso. Así la unión de la derecha extrema representada por Ayuso y la extrema derecha de Monasterio, obligaría al resto de partidos a repensar su estrategia. Como en la fábula del pastor pasaríamos del “que viene el lobo” a éste comiéndose las ovejas sin ningún freno.
Sólo será posible evitarlo si la izquierda, también dividida en tres pero con el elemento positivo de que todas estarán representadas en ese Parlamento, es capaz de dar la vuelta a los sondeos durante lo que queda de campaña. Esa posibilidad pasa por ser capaces de movilizar a su electorado, bastante pasivo y alejado de las urnas los últimos tiempos. Tradicionalmente en Madrid, especialmente desde el famoso “Tamallazo”, la derecha siempre ha estado más movilizada que la izquierda.
Ese es el reto, trabajarse día y noche el sur de Madrid, patearse los pueblos que no hace demasiado tiempo se denominaron cinturón rojo, desde Getafe o Alcorcón, de Parla a Navalcarnero y Fuenlabrada, además de barrios como Vallecas, Villaverde, Malasaña, San Blas o Chueca. Si esa izquierda un poco adormilada toca ahora a rebato y despierta a sus huestes, será posible resucitar el famoso eslogan de la guerra, el “No pasarán”, pero en esta ocasión cumpliéndose.
De lo contrario un tiempo de oscuridad y zozobra amenazará nuestro país, a todo el país. Otro elemento a tomar en cuenta, es corregir los atisbos que la acción del gobierno de Sánchez ha trasladado a la ciudadanía, de que algunas medida tomadas en la lucha contra la pandemia últimamente, están condicionadas por esa campaña electoral.
Por ejemplo no tener claro si decidir prorrogar el estado de alarma que termina el próximo 9 de Mayo, justo cinco días después de la cita electoral. Que es lo que le piden el resto de sus socios y los expertos. Es un error entrar en el cuerpo a cuerpo con una Ayuso yoísta para la que todo vale y mucho menos emplear malas artes en las que ella y MA Rodríguez son auténticos maestros.
La acción de todos los gobiernos, sean municipales, autonómicos y estatal, es acabar con la Covid-19, sin despistarse en otros menesteres más mundanos. Por eso aunque Ayuso se comporte irresponsablemente no puede, no debe Sánchez responderla con las mismas armas, debe demostrar a la ciudadanía que él está en otra manera de hacer política, en la que por encima de ganar unas elecciones, por muy importantes que estas sean, está el bien común, la salud de toda la ciudadanía y para eso la prórroga es imprescindible.
Tampoco debe plantear la batalla de Madrid en clave nacional de todo o nada. Es demasiado el riesgo. Alguien como Ayuso que cree que todo lo puede, que piensa que está por encima del bien y del mal, es un peligro para Madrid y su ciudadanía, también para el PP de Casado, o el PSOE de Sánchez, pero sobre todo puede ser un peligro para el país (ponga aquí cada cual lo que desee).
Debemos frenarla, pero no con sus normas sino con instrumentos democráticos, sensatos y honestos, sin entrar en ese peligroso juego diseñado por Rodríguez-Aznar que supone una degradación de la política. El próximo 4-M todos nos jugamos mucho, va a ser el “yo” egoísta e inmoral frente al “nosotros” solidario y generoso. ¿Dónde nos lleva ese yoismo? A un pacto de las extremas derechas. Veremos…