Las fuertes lluvias caídas la pasada semana deslucieron –o directamente impidieron– los cortejos de Semana Santa, pero a cambio han supuesto que los embalses de Andalucía estén de media al 40% de su capacidad. El incremento en la Demarcación Hidrográfica del Guadalquivir, por ejemplo, ha sido del 13%, alcanzando un aceptable 43% en lo que se refiere al agua embalsada, mientras que la del Guadalete-Barbate, clave para el suministro de agua en la provincia de Cádiz, se queda en un incremento de casi el 6%, para un dato de agua embalsada levemente superior al 27%.
Se trata de unas subidas importantes y que, sin duda, hacen que se 'salve' el verano a efectos turísticos, que era una de las grandes preocupaciones que tenía tanto el sector como la propia Junta de Andalucía, pero no hay que bajar la guardia. También es una buena noticia, en general, para el regadío de los cultivos.
Hace bien el Ejecutivo andaluz en no lanzar las campañas al vuelo y en mantener una línea prudente, en primer lugar porque las primeras previsiones hablan de un mes de abril relativamente cálido y poco lluvioso. Bien, si Andalucía no va a necesitar a corto plazo traer agua en barco, pues no tiene sentido traerla, pero el enfoque que hace la Junta de mantener todas las obras previstas en nuevas infraestructuras es el correcto.
Hace meses que la Junta dejó de considerar la sequía en Andalucía como un hecho coyuntural, algo cíclico, como se ha considerado hasta ahora la periódica ausencia de lluvias en los países de la cuenca mediterránea. El gobierno de Juanma Moreno entiende ahora que la sequía es un tema estructural en Andalucía, que debe ser debidamente abordado con el compromiso del Estado e incluso, en la medida de lo posible, de la Unión Europea. Hay que tener en cuenta además que la falta de agua choca frontalmente con la decidida apuesta de seguir creciendo en la industria del turismo, con el objetivo de alcanzar los 35 millones de visitas este mismo año, con lo que eso supone en la disponibilidad de recursos.
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