La guerra de Ucrania comenzó en febrero de 2022, cuando sorprendentemente una enorme columna del Ejército Ruso intentó tomar Kiev, la capital del país vecino, sin éxito. Sin embargo, la guerra en realidad había comenzando casi una década antes, desde la toma de Crimea por parte de Rusia y el estallido del conflicto en la región del Donbás entre milicias prorusas, milicias ucranianas y el ejército ucraniano. Se trataba de uno de esos conflictos limitados, como se suelen llamar en la jerga política, pero que llevaba ya miles de víctimas y cientos de miles de desplazados cuando la invasión dio paso a una guerra convencional.
Desde el inicio del conflicto en Ucrania hemos asistido a situaciones que se pueden considerar, de alguna manera, como sorprendentes y en muy distintos ámbitos, tanto en la información en general como en su desarrollo militar (desde obviar como 'guerra' el conflicto del Donbás al hecho de que Rusia no utilice apenas la aviación o use tropas irregulares de manera profusa), pero nada comparado con la asonada que se ha producido el fin de semana protagonizada por una columna de unos 5.000 mercenarios del grupo Wagner, que se dio la vuelta y decidió marchar –llegaron a completar unos 200 kilómetros sin que nadie les saliera al paso– hacia Moscú, desafiando abiertamente al poder de Valdimir Putin.
Es cierto que se llevaban varios meses de enfrentamiento verbal entre el líder de este grupo ultranacionalista y el ministro de Defensa de Putin, al que pedían más medios para seguir en combate en Ucrania, pero de ahí a decidir marchar hacia Moscú, que el presidente de Bielorrusia facilite un acuerdo relámpago entre estos mercenarios y la tercera potencia militar del mundo, que quede amnistiado (o así) el instigador y que Putin siga sin hablar del tema, la verdad, parece demasiado y crea más incógnitas sobre la situación real de Rusia, de su ejército y de su propio líder de las que resuelve este cúmulo de sucesos que se ha producido en apenas unas horas, por no hablar de cómo afectará todo esto a la marcha de la guerra de Ucrania.
Está claro que esta crisis no ha acabado. Habrá que ver qué pasa en los próximos días y cómo responde Putin a la imagen de debilidad que, evidentemente, dejan traslucir estos hechos y el perfil bajo que ha mantenido.
Vamos de sorpresa en sorpresa. A cualquiera le dicen hace unos meses que 5.000 mercenarios se van a atrever, si no exactamente a cambiar de bando, sí a marchar contra Putin, con toda seguridad no se lo hubiera creído nadie... Claro, que esto es extensivo a la primera gran potencia: a ver quién hubiera pronosticado que un grupo de exaltados fueran capaces de tomar durante horas el Capitolio de Estados Unidos. Cualquiera hubiera dicho que era política ficción y sin embargo...