El alcalde de Cádiz, José María González Santos ‘Kichi’, licenciado en Historia, volverá a su puesto de trabajo en un instituto público el curso que viene. Después de dos mandatos, tal y como se comprometió si llegaba al poder municipal, el regidor de la capital gaditana ha anunciado que no se presentará como candidato a unas terceras elecciones municipales.
En los últimos comicios, en mayo de 2019, después de todo un mandato con la prensa conservadora rabiando por los recortes en publicidad institucional y la oposición denunciándole en el juzgado por nimiedades permanente para desgastarle, bordeó la mayoría absoluta. Dentro de medio año, saldrá de la candidatura de Adelante Cádiz.
Ni tan siquiera tener proyectos importantes en marcha en la ciudad o haber impulsado transformaciones que todavía no han terminado de cristalizar le han servido para aferrarse al poder. Habrá hasta quién busque tres pies al gato al no entender un gesto tan insólito en la política actual. En estos tiempos, encontrar a un dirigente que cumple sus compromisos, que se va como vino, con las manos repletas de dignidad y honestidad, que se ha mantenido fiel cien por cien a sus principios, es milagroso.
Por eso es comprensible que muchos incluso se resistan a la idea de que Kichi vaya a renunciar, pero Kichi no renuncia, simplemente hace lo que debería hacer cualquier representante público: cumplir con su palabra.
Desde su piso de La Viña, del que no se ha movido en estos siete años y medio, el todavía alcalde dice que echa la vista atrás y ve un Cádiz mejor del que se encontró. Ahora podrá volver a las comparsas, podrá regresar a su privacidad y podrá volver a su trabajo, docente, dando una de las mejores lecciones que alguien puede dar: todos tenemos contradicciones, todos podemos equivocarnos, pero hay que ser lo más coherente posible entre lo que uno dice y lo que hace.
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