El campo, el relevo que no llega

Solo el 8% de los agricultores y ganaderos españoles es menor de 40 años, dato que dice mucho del estado del sector agrario más allá de temas como la Agenda 2030, los costes o las importaciones de terceros países

El campo, el relevo que no llega. José Miguel López, agricultor de Torrecera, es parte de ese 8% menor de 40 años.

Agricultores y ganaderos han protagonizado distintas movilizaciones en los últimos meses para denunciar la situación por la que atraviesa el sector agrario, sobre todo por lo que se refiere a la entrada de productos de terceros países, el incremento de costes o los efectos que está teniendo una aplicación de máximos de la Agenda 2030. Es evidente que se trata de problemas, problemas que, de alguna manera, se pueden abordar y subsanar si hay voluntad política, pero si se tiene en cuenta que en el campo español solo el 8% de los agricultores tiene menos de 40 años (dato del sindicato agrario Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos del que se hace eco The Objective) entonces ahí aparece un auténtico problema estructural.

Se trata de un dato demoledor, que habla a las claras del escaso relevo generacional que hay en el campo español, del poco interés de las nuevas generaciones por la agricultura y la ganadería como medio de ganarse la vida, al menos en las condiciones en las que actualmente se encuentra en nuestro país. A veces, la reclamación directa, las más de las veces por la entrada de determinados productos hortofrutícolas en la Unión Europea, tapan el debate sobre un problema de esta entidad, al que va a ser muy difícil encontrar una solución, y Europa, por razones geoestratégicas, tiene que producir en su propio suelo, no puede depender casi por completo de terceros países para alimentar a su población.

Ese dato se ve acompañado por otros que van, lógicamente, en la misma línea. Por ejemplo, el 70% de los agricultores de nuestro país tiene más de 55 años. Otro caso: crecen las explotaciones de menos de 1 hectárea y las de más de 100 hectáreas, es decir, la explotación media y media-grande, muchas veces familiar, va dejando paso por arriba a auténticas empresas y, por abajo, a poco más que huertos para uso y disfrute familiar o, como mucho, de comercio de proximidad, complementos de la renta de los propietarios, pero sobre los que díficilmente se puede hablar de agricultura profesional. Son datos que hablan a las claras de un sector que necesita incentivos y una profunda reestructuración.