Un debate bronco, un debate con pocas ideas pero que sin duda marcará un antes y un después en la campaña electoral, ya que aunque hay otras fórmulas esperando en otras cadenas, no volverá a haber un cara a cara entre el presidente, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.
Puede ser opinable si ganó o no –al final, si no colocas tu mensaje de qué sirve haber sido más hábil en la esgrima dialéctica— pero desde luego es evidente que Núñez Feijóo no perdió. Al ataque, incisivo, sorprendió de inicio a Sánchez, que en ningún momento se sintió cómodo en el debate. De hecho, el presidente, ni siquiera supo transmitir a la audiencia que el aspirante hizo varias veces malabares con las cifras o la veracidad de algunos antiguos posicionamientos o declaraciones sobre temas concretos que ofrecía. Con Sánchez a la defensiva, no solo en la argumentación sino también en unas réplicas en las que siempre le faltaba un punto de contundencia, fueron pasando los bloques de temas –total, daba igual, los dos candidatos hablaban de los que les parecía, retorciendo al máximo apartados como política institucional, convertida simplemente en pactos— sin que Feijóo cometiera ningún error y sin que Sánchez consiguiera tomar la iniciativa prácticamente en ningún momento.
El tema central fueron los pactos, pactos en pasado y pactos futuribles, pero en consonancia con el presente, con lo que se ha visto en varios gobiernos autonómicos. Si Feijóo le reprochaba a Sánchez continuamente haber contado durante la legislatura con Bildu y ERC –aquí estuvo hábil parándose un momento para reconocer que no es lo mismo— como socios del Gobierno, Sánchez le reprochó al líder del PP los pactos con Vox, hasta llegar a una de las frases concluyentes de la noche al afirmar que “PP y Vox son lo mismo”. Si Feijóo le retaba continuamente a que gobernase la lista más votada, llegando a ofrecerle un acuerdo al respecto ya redactado y emitiendo otras de las frases del debate como “si usted gana yo le facilito la investidura” o “no aceptaría ser presidente del Gobierno perdiendo”, Sánchez se defendía diciendo “sí, sí, pregúntele a Fernández Vara”, el candidato socialista que ganó las elecciones en Extremadura y no va a gobernar… pero a esas alturas el presidente lo decía con la boca pequeña, casi como para él mismo, pareciendo por momentos cansado.
Sánchez intentó hacer ver al electorado la regresión en cuanto a derechos que puede suponer un gobierno del PP y Vox, mientras que Feijóo expresaba su teórico hastío al respecto cuando llegó a afirmar “aquí no hemos venido a hablar de Vox”... que era evidente que lo traía de casa. Lógicamente, para los dos grandes partidos ganó el debate su respectivo líder, como no puede ser de otra forma. Pero mientras en Ferraz se vivía una alegría contenida cuando llegó Pedro Sánchez acabado el debate, el clima en Génova era casi de victoria electoral al aparecer Feijóo.
Con viento de cola en las encuestas y una vez sorteado el debate a dos, Núñez Feijóo ha dado un paso importante hacia la Moncloa. Si desde estas mismas líneas se ha cuestionado en alguna ocasión el tono bajo de su campaña electoral y de sus mensajes, de que estaba más preocupado de no cometer errores que de efectuar propuestas, es evidente que el lunes por la noche dio un golpe en la mesa y se presentó como un candidato con mucha más decisión de la que había esgrimido en estas últimas semanas. Y eso puede valer una presidencia de Gobierno.
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