El adelanto de las elecciones en el Reino Unido forzosamente tendrá consecuencias, al menos en cuanto a tiempos, en el acuerdo sobre Gibraltar que España y la Unión Europea (UE) están negociando con el gobierno británico (con la presencia de las autoridades del Peñón).
Se trata de un asunto que no es prioritario ni para el Partido Conservador, actualmente en el poder, ni para el Laborista, por lo que es evidente que ninguno de los dos se va a arriesgar a ofrecer munición gratuita al rival, ya que es el típico asunto que, no suficientemente bien explicado –estamos hablando de cualquier punto que pudiera malinterpretarse sobre la soberanía británica, es decir, el control del espacio Schengen en el puerto y aeropuerto gibraltareño por cuerpos policiales europeos–, se presta a interpretaciones erróneas y, en definitiva, a ser susceptible de pasar factura en las urnas.
El Gobierno español ha dicho que el adelanto electoral en Reino Unido no va a afectar a la negociación, pero tiene todo el sentido que así sea. La Junta de Andalucía, por ejemplo, también cree que lo tendrá.
Es el Partido Conservador el que está en el gobierno y es el que lleva casi dos años negociando con las autoridades españolas y europeas. El acuerdo sobre Gibraltar se ve por todas las partes muy cercano, pero una reunión tras otra, la firma del mismo se posterga. Desde que el exprimer ministro James Cameron tomó la cartera de Exteriores se ha hecho evidente que el tema entraba en un período de revisión, si no abiertamente de tacticismo. Ahora, revisando lo sucedido en la última reunión, la del 16 de mayo en Bruselas, parece evidente que Cameron sabía que había una cita electoral por delante y que el acuerdo, por muy cerca que realmente estuvieran las posturas, debía postergarse.
La cita electoral en el Reino Unido es el 4 de julio, por lo que, entre que se forma un gobierno y no, período estival, revisión de lo que hay sobre la mesa… en definitiva, parece muy complicado que el acuerdo se pueda firmar antes del mes de octubre, eso siempre que no haya un cambio de gobierno –un triunfo del Partido Laborista que, por cierto, es favorito en las encuestas– y haya que volver a comenzar, si no de cero, sí desde una fase inicial.