La memoria es muy frágil. En Jerez tiene mandíbula de cristal. LVDS Jerez presenta a continuación un sencillo ejercicio de retrospectiva a propósito de uno de los debates más actuales en la agenda informativa nacional. ¿Saben con cuántos votos fue María José García-Pelayo alcaldesa tras las elecciones municipales de 2003? Con 24.977 papeletas, el 27,49% de los votos que se tradujeron en 8 concejales. ¿Saben con cuántos votos no obtuvo la Alcaldía el PSOE entonces, que tuvo que aguardar hasta 2007 para gobernar con mayoría absoluta? Con 29.184 votos, un 32,12% de los sufragios. ¿Por qué motivo los socialistas siendo la fuerza más votada no alcanzaron el poder municipal en favor en esta ocasión de Pelayo y el PP, que fueron los terceros más votados?
Sencillamente porque en democracia existe un mecanismo que se llama recuento de votos y cuando dos partidos sellan pactos o acuerdos de gobierno se convierten de ese modo en la fuerza más votada si la suma de ambos supera a la del resto de formaciones. De cajón. Hay veces que estas alianzas son productivas para la ciudadanía (hay ejemplos) y otras en las que fallan, pero en todo caso forma parte del juego (un juego muy serio, desde luego) democrático y así debería seguir siendo para evitar pucherazos o directamente cacicadas bananeras last minute.
¿Qué pretende en estos momentos el PP? Cambiar las reglas de dicho juego democrático en el último tramo del partido, cuando apenas queda tiempo para que pite el árbitro el silbido final. ¿Lo pudo hacer en noviembre de 2011 cuando ganó las elecciones? Claro. ¿Pudo hacerlo a principios de año antes de las europeas? Por supuesto. Pero no. Lo hace ahora y veremos, si aún no lo han detectado, por qué. Es Javier Arenas, vicesecretario de Política Autonómica y Local del PP, uno de los instigadores para que Rajoy acometa unilateralmente la reforma electoral para la elección directa de alcaldes ante no solo la hecatombe electoral que prevén los sondeos y expertos que se le viene encima a los populares en las próximas elecciones municipales (véase el aperitivo de las pasadas europeas) sino también frente al empuje de un bloque social, cívico y de izquierdas que podría dejarle en minoría en gran parte de los ayuntamientos importantes en los que gobierna en España, entre ellos qué duda cabe Jerez.
Todas las voces críticas apuntan a que la idea de que gobierne la lista más votada, pese a la insistencia popular en que se trata de una medida de regeneración democrática, sería un fraude que realmente busca blindar las alcaldías populares ante, paradójicamente, un teórica fragmentación del voto de la izquierda, que siempre permitiría seguir gobernando al PP. Lo haría gracias a la alta consideración que el partido de la gaviota tiene en el que entiende como su voto cautivo o su electorado fiel (por cierto, muy fragmentado también de un tiempo a esta parte entre extremistas y más moderados). Pero el PP no siempre ha pensado lo mismo. Y no hay que irse ni a la prehistoria, ni sobrepasar el límite municipal con El Cuervo.
Junio de 2003. Javier Arenas, el campeón de campeones. Sí, el mismo de más arriba. Moreno clásico ya preveraniego. Elecciones municipales recién finalizadas. Se habla de un pacto con el PSOE. ¿Pelayo y Pilar Sánchez juntas para negociar? Sí, ellas pudieron. Si las paredes del Hotel Jerez hablasen... ¿Qué pasa in extremis? Se rompe. Arenas renegocia con el hasta entonces alcalde de la democracia, Pedro Pacheco, y entonces candidato del PSA. ¿Cómo? Pero si en los meses previos el PP dijo textualmente (titula ABC): "El PP rechaza cualquier pacto con Pacheco en Jerez". Y sigue: "García-Pelayo añade que, sean cuales sean los resultados en las elecciones municipales, no hará nada para prolongar estos 25 años de agonía que está suponiendo la gestión del actual alcalde de Jerez. En esos "años de agonía", como dice, Jerez tenía unos 10.000 desempleados. Hoy hay más de 33.000, unos 4.000 más desde que ella es regidora con mayoría absoluta desde junio de 2011.
En todo caso, como con Paquirri, el asunto tiene dos trayectorias: entonces y ahora. Un año después de aquel junio de 2003, una pizpireta y jovial alcaldesa declaraba en ABC: "Las dudas las teníamos todos, yo también. Hemos sido capaces de dar una estabilidad al pacto mucho mayor que otros gobiernos de otras ciudades (sí, al parecer en otras ciudades también se pactaba entonces*). No ha habido grandes tensiones y la relación personal es correcta (...) En todo este año hemos dedicado muy pocos minutos a los problemas que pueda haber habido".
Se acerca el invierno de 2004. Se acerca la hora del relevo en la Alcaldía y, como en Juego de tronos, Arenas -recuerden, el campeón- decide que total, para dos años que nos quedan, mejor que siga Pelayo de alcaldesa y el PP presuntamente a sus cositas... Esto obviamente no es aceptado por la formación andalucista y, ¡ta chán!, las fricciones y las tensiones hacen naufragar el pacto. Ruptura. Divorcio. En todo caso, en ningún momento se atisba que el PP apoyara entonces ciegamente una medida (que gobierne el más votado) que curiosamente ya propuso antes el PSOE a finales de los 80 sin éxito como hemos podido comprobar en el tiempo. ¿Es buena? ¿Es regenedora? ¿La demanda la ciudadanía? Probablemente sí. Con sus matices y todo. ¿Es el momento? Evidentemente por su tufo obviamente electoral para aferrarse los populares al poder en alcaldías tan capitales como las de Madrid la respuesta lógica es un no rotundo.
Ya conocemos las contradicciones internas de Arenas, un tipo que huyó nuevamente frustrado al calorcito capitalino tras su enésimo fracaso electoral en Andalucía. Volvamos a Jerez. ¿Qué defiende ahora la actual alcaldesa gracias a la mayoría absoluta que el PP logró en Jerez en 2011? En una entrevista reciente en el rotativo Información Jerez decía: "Tengo claro que si no tenemos mayoría absoluta habría un pacto de cuatro o cinco partidos políticos y que gobernarían la ciudad y nos dejarían en la oposición. Por eso pido seguir contando con la confianza mayoritaria de la ciudananía, y lo pido con toda la humildad del mundo, para seguir trabajando por Jerez y dar solución definitiva a la ciudad". Y añade sobre el plan blindaje del PP: "Yo creo que si se aprueba esa propuesta no se beneficiaría a un partido o a otro, sino a los ciudadanos, porque gobernaría el partido que los ciudadanos quisieran que gobernara, y eso es importante en democracia. Si hay partidos que estén molestos, lo que veo es que son los ciudadanos los que no están molestos, ya que prefieren saber que el que gana es el que gobierna, y en esta ciudad ya hemos vivido situaciones de pactos de ese tipo. Yo misma lo he vivido y me di cuenta que esos pactos no funcionan y hay que dejar que los ciudadanos sean los que hablen y no los despachos”.
¿Ahora no tendría sentido que si dos partidos han sido más votados en conjunto por los ciudadanos que otro llegasen gobernar? ¿No sería no respetar a la mayoría si gobiernara el PP pese a que una amplia mayoría en conjunto hubiese dicho NO? ¿No sería eso no escuchar a la mayoría? Visto y desmenuzado el antes y el ahora, a todo eso probablemente se le llame intentar ser alcaldesa cueste lo que cueste. Incluso, yendo más allá, y mintiendo en tu programa electoral prometiendo no hacer cosas que luego ha hecho y no haciendo cosas que dijo que sí haría. En todo caso, la que hemos reproducido es una valoración mucho más atenuada. Hace un par de años en El gato al agua del extinto canal Intereconomía Pelayo alcanzó a mantener: "¿Por qué tenemos que tener mayoría absoluta para gobernar?"
* Nota del autor.