Pedro Sánchez prometió el viernes por la mañana su cargo ante el rey Felipe VI en el Palacio de la Zarzuela, probablemente en la ceremonia más austera –en todos los sentidos, desde la duración a la ausencia de cualquier signo religioso– de toda la democracia española.
Tras la investidura de la jornada anterior y la euforia difícil de explicar que la acompañó entre las filas socialistas y (parcialmente) las de Sumar, ahora se abriría el típico período de tres o cuatro días de quinielas de nombres que puedan formar parte del gabinete de Sánchez en esta nueva legislatura. Sin embargo, aunque, en efecto, hay un baile de nombres, los titulares vienen salpicados de asuntos que poco o nada tienen que ver con lo que se da en llamar normalidad democrática. Por ejemplo, más de cincuenta jefes militares jubilados han pedido en una especie de manifiesto algún tipo de actuación encaminada a poner de nuevo las urnas, mientras que, en el otro lado, desde Junts se han apresurado a decir que su primera propuesta será pedir un referéndum de autodeterminación para Cataluña. Como era de esperar, la legislatura amenaza con ser muy complicada.
Algunos medios de comunicación, incluso de eso que se da en llamar centroderecha, pero con contactos en las filas socialistas, ya han avanzado que el Gobierno que tiene Sánchez en la cabeza va a trabajar en un doble sentido en clave de contención: por un lado, a la derecha y, por otro, a los independentistas, pese a haber recibido su apoyo a la investidura de Sánchez y ser socios necesarios en los apoyos del Gobierno en ciernes. El PSOE estima que la pasada legislatura, por decirlo de alguna manera, se ‘híper legisló’ –salieron adelante más de doscientas leyes– y que no hay necesidad alguna de que vuelva a ocurrir algo parecido, máxime con leyes tan recientes, es decir, los planes de los socialistas son los de potenciar al máximo la acción del Ejecutivo, dejando un papel relativamente secundario a un Congreso que, además, se verá parcialmente maniatado, al menos en los plazos, por un Senado con mayoría absoluta del PP. Presupuestos, leyes básicas… y poco más, no legislar al ‘detalle’.
Otro asunto. En la coalición está también el problema de Podemos. Después de semanas filtrándose que, por la parte de Sumar, ni siquiera habría un ministro para la formación morada, ahora se ha dado a conocer que hay una posibilidad, pero que no es ni para Irene Montero ni para Ione Belarra, por lo que, en principio, solo en principio, dicha opción se ha desestimado, pero el tema no está cerrado.
El PP, por su parte, empieza a prepararse para una legislatura que, como mínimo, se define como áspera, por lo que se esperan cambios en el equipo de Núñez Feijóo.
Muchas cosas, demasiadas, para unos días en los que solo debería hablarse de si en el gabinete repite Marlaska, le sustituye Robles, qué pasa con Calviño, sube Yolanda Díaz o entran Vara o Puig… lo normal, lo que sería auténticamente normal.