8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, día de reivindicación, de salir a la calle… aunque como en las ediciones más recientes, este 8M viene marcado por la división dentro del feminismo, división que, básicamente, se ha producido por la incorporación de la denominada ‘Agenda Queer’ no ya a las reivindicaciones –donde en realidad ya llevaba años– sino al marco legal, con la aprobación de la denominada ley Trans y la resignificación del concepto de mujer intrínseco en dicho texto.
El denominado feminismo clásico no comparte, en general, no ya distintos postulados de la ley, sino que va más allá al cuestionar el tema de fondo, que es la autodeterminación de género. Este concepto significaría para el feminismo clásico el “borrado” de facto de las mujeres y la exposición del movimiento a un horizonte nuevo en el que no se siente cómodo.
En la política española se puede decir que el PSOE ha ‘comprado’ la agenda de feminismo ‘woke’ de Podemos durante el gobierno de coalición, superando los postulados tradicionales en los que se movían las socialistas, al menos sus dirigentes. Aunque en ningún momento se ha roto la imagen de unidad en el partido, sí ha habido problemas internos entre estas dos corrientes, con evidente victoria a efectos prácticos de la más cercana a las tesis de Podemos, como lo demostrarían el simple hecho de la ley promulgada y la caída, en su día, de la vicepresidenta, Carmen Calvo, contraria a la agenda de máximos de Podemos.
Esto lleva a que en varias ciudades haya convocadas dos manifestaciones… y alguna otra fuera del ámbito de la izquierda, que si siempre ha dirigido de alguna forma el movimiento feminista mundial, en los últimos años se puede decir que lo ha copado, ya que la exclusión de fuerzas a la derecha del PSOE es total a no ser que se hable de nacionalistas. Incluso este año, en algunos casos, se suman reivindicaciones muy amplias, caso de Palestina.
8M, día de reivindicaciones. Tiempo habrá para cerrar grietas y heridas.