Podemos se encuentra en el momento más delicado desde su creación, hace ya casi diez años (enero de 2014), hasta el punto de que cada vez más voces hablan de una posible implosión del partido después de haberse quedado siquiera sin un ministerio y constatar la subida de tono en las declaraciones y reproches que se está produciendo. Durante semanas, Podemos ha estado amenazando con tomar medidas en caso de verse privada de, al menos, un ministerio, sin que le hayan hecho el menor caso desde Sumar ni, mucho menos, desde el PSOE.
El caso es que van cinco días de escalada o de huida hacia ninguna parte, según se vea. El partido recibe el fin de semana una propuesta para que fuera ministro Nacho Álvarez, pero se rechaza dicha oferta al mantener la formación que quiere mantener su propia soberanía para un nombramiento de este tipo –léase Irene Montero, pese a estar vetada de inicio–; el martes se despiden ‘por todo lo alto’ de sus ministerios la propia Irene Montero e Ione Belarra, secretaria general del partido, en la tradicional ceremonia de entrega de las carteras a su sucesor, se anuncia autonomía propia dentro de Sumar y, por último, el miércoles se producen las advertencias de un histórico como Juan Carlos Monedero a la propia Belarra para que apacigüe los ánimos, evite la confrontación y se cuestione si el seguidismo del antiguo líder, Pablo Iglesias, debe ser la estrategia a seguir.
Podemos llegó a la política española como un soplo de aire fresco, con toda la fuerza que le dio obtener el 8% de los votos en las Europeas de mayo de 2014, cuando apenas habían pasado cuatro meses desde su constitución. Desde entonces, huelga decir que han pasado muchas cosas, desde las purgas internas que han dejado fuera a dirigentes como Errejón, Bescansa, Espinar y, en otro grado, a Juan Carlos Monedero y al propio Pablo Iglesias, a errores internos de bulto, como el nombramiento de Yolanda Díaz como capitana de una formación de la que no procedía y que ha arrebatado, sin tener que levantar la voz, el espacio a la izquierda del PSOE en el que se habían asentado los morados tras su alianza con Izquierda Unida.
Parece el momento de pensar en cómo se ha llegado hasta aquí, reconocer los errores y fijar nuevas estrategias a futuros, solos o acompañados, pero es toda una incógnita lo que va a suceder, incluso en el corto plazo. Por supuesto, las advertencias de tener voz propia que no necesariamente tiene que coincidir con Sumar, se observan como simples bravatas desde la formación de Yolanda Díaz y el propio PSOE, porque la investidura ya está hecha y se considera imposible que Podemos vote cualquier cosa con PP o Vox. De aquí al harakiri, eso ya...
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