"Así es la vida". Con esa frase hecha resume Vladímir Putin lo ocurrido con su principal opositor, Alekséi Navalni, fallecido mientras estaba recluido en un centro penitenciario ruso pocas semanas antes de las elecciones. "Así es la vida" podría servir también para resumir lo ocurrido en la pantomima electoral del pasado domingo en Rusia, en la que Putin obtuvo la victoria con el 87% de los votos, lo que le garantiza gobernar la segunda potencia nuclear hasta 2030, treinta años al frente de Rusia.
Son muy pocos los países que han felicitado al dirigente ruso: China, Corea del Norte, Venezuela y poco más. De la Unión Europea (UE), el dirigente ruso solo ha recibido críticas e ironías. Por ejemplo, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, felicitó a Putin por su "aplastante" victoria con varios días de antelación, mientras que en términos similares se pronunció el responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell.
Todo lo que ocurre en Rusia es indisociable de la marcha de la guerra en Ucrania. En la actualidad, Rusia, tras un comienzo de la invasión plagado de reveses, ha conseguido estabilizar el frente y obtener algunas victorias militares (Bajmut, por ejemplo), que siembran de dudas lo que pueda ocurrir con el conflicto en el medio plazo. Dos años de conflicto sin una posible solución a la vista, entrada en la OTAN de países como Suecia y Finlandia, cansancio de las potencias occidentales, estallido de nuevos conflictos como el de Israel y Gaza y, por supuesto, una posible victoria electoral de Donald Trump en las elecciones de EE.UU. y el escaso compromiso que ha demostrado con la causa ucraniana, son distintas variables que hay que tener muy en cuenta.
En este contexto, las declaraciones de los dirigentes europeos son cada vez más alarmantes. Si Macron –aunque luego matizó– se mostró partidario del envío de tropas francesas a Ucrania, la ministra de Defensa española, Margarita Robles, habló de que la amenaza rusa es real. "Así es la vida", vaya.
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