Quince millones de turistas ha recibido Andalucía durante el primer semestre de 2023. Se dice pronto. Por supuesto, son cifras de récord, cifras que van más allá de los datos de antes de la pandemia. Lógicamente, desde la Junta de Andalucía se saca pecho ante estos datos. El sentir del consejero de Turismo, Arturo Bernal, se puede resumir en esta declaración suya: “Traemos más turistas, con mayores estancias y con mayor capacidad de gasto”, que recuerda un poco aquella frase del impulsor del olimpismo moderno, el barón de Coubertin, el famoso “más rápido, más alto, más fuerte” (citius, altius, fortius).
Por supuesto, los datos de la temporada de verano van a estar en consonancia con los del primer semestre, en un año sencillamente impresionante para la industria del turismo, como le gusta llamar a la Junta y al PP en general al sector, o a lo que hasta hace unos años se consideraba un sector.
Las subidas alcanzan a todas las provincias, con un concluyente 16% de incremento en pernoctaciones en Sevilla, absolutamente consolidada como destino turístico de todo el año, un 9% en Córdoba o un 8,5% en Almería. La provincia de Cádiz, por su parte, se queda en un 7,2%, que como dato frío puede parecer que no es para tanto, pero es que Cádiz, salvo el parón estricto de la pandemia, lleva batiéndose a sí misma año tras año. Por supuesto, la hostelería, en general, se ve directamente beneficiada por estos resultados.
Ante estos datos, poco se puede decir. Olas de calor, atascos habituales en la Costa del Sol o en la AP4 Sevilla-Jerez-Cádiz, escasez de trenes (directos) entre Madrid y Cádiz, algunos problemas puntuales en el suministro de agua, esperas en aumento debido a la masificación en determinados momentos en algunas zonas… si con todo esto, que ya lleva unos años pasando, Andalucía es uno de los destinos vacaciones favoritos de españoles y extranjeros, pues solo queda congratularse.
Con la euforia que producen estos números es imposible por ahora vislumbrar dónde está el tope del turismo en Andalucía, pero habría que alertar a la Junta y al resto de Administraciones implicadas en que comience a trabajar a diez, veinte años vista, en planes que acompasen crecimiento, sostenibilidad y acometan también la necesaria mejora de las infraestructuras públicas que empiezan a flaquear al soportar, entre población autóctona y flotante, cifras para las que no fueron concebidas.