La vicepresidenta de Trabajo, Yolanda Díaz, no pasa por su mejor momento. Ni en el Gobierno ni en la política en general. Es muy pronto para decir que la rutilante estrella de Sumar ha iniciado su ocaso, pero hay circunstancias y hechos preocupantes y tampoco su futuro a corto plazo parece halagüeño. Son varios los mensajes que en las últimas semanas han ido llegando desde el PSOE, que la responsabiliza de los malos resultados en Galicia –la tierra de la ministra, donde esta formación fue incapaz de sacar un solo diputado– o la absoluta falta de control que tiene sobre los Comunes catalanes. Tampoco ha gustado la poca mano izquierda que tuvo con Podemos, una ruptura que resta a las dos formaciones, como volverá a quedar de manifiesto en próximas elecciones.
Yolanda Díaz no controla a los Comunes, en efecto… y ella misma dice que debe ser así, porque la política catalana es cosa solo de ellos. Pero, claro, el adelanto electoral en dicha comunidad se ha debido en buena medida a no aprobar los presupuestos de la Generalitat a ERC, básicamente por el casino de Hard Rock, al que se oponen. Ese adelanto ha tenido al menos dos consecuencias no deseadas en la política nacional: la renuncia del Gobierno a presentar por ahora unos Presupuestos Generales del Estado (PGE), y la irrupción de Carles Puigdemont, cuando las implicaciones de su vuelta se iban a llevar más despacio. Además, el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, acaba de someterse a una cuestión de confianza después de que los Comunes tampoco le aprobasen los presupuestos.
Todo esto hace que su 'idilio político' con Pedro Sánchez esté, al menos, en stand by. En The Objective se publicó hace poco un artículo en el que, citando fuentes de Sumar, se reconocían los problemas con el presidente, aunque se rebajara el alcance del distanciamiento al hablar de “pelea de novios”… ahora, desde la propia formación, muestran su desagrado con la vuelta de un enemigo declarado como Pablo Iglesias a TVE como contertulio, decisión que parece indicar al ‘novio’.
La escasa participación en la última asamblea de Sumar en Madrid, donde incluso había sillas vacías o la oposición de algunas formaciones de la importancia de Compromís o Más Madrid a que Sumar tenga presencia propia como tal en su ámbito (por no hablar de los Comunes) o la decisión de Ara Més (Baleares) de ir con ERC, Bildu y BNG a Europa no ayudan precisamente a despejar el panorama político de Díaz, al contrario.
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