43 años de democracia nos contemplan, nada menos, y el mundo de la política española sigue girando alrededor del mismo Sol que dicta los designios de los diversos partidos, unos por su huida despavorida en órbitas alejadas, como un ex planeta Plutón, y otros ávidos de su cálido abrazo, imitando a un Mercurio deseoso de perecer en llamas junto al astro rey.
A ese Sol se le denominó el centro, y trataba de aunar, de limar asperezas de las dos Españas enfrentadas cruentamente en la Guerra Civil. Buscaba ser ese punto de unión entre ambas, ese acuerdo de mínimos imprescindible e indispensable para poder ahuyentar los fantasmas de futuros alzamientos de uno u otro signo. Pero con el paso del tiempo, y ya vacunados del virus del totalitarismo, la política española no trató en interpretar que ese centro era un maná de votos. El granero en el que era necesario poner los cimientos para que cada partido fuese fuerte, poderoso y gozase de garantía de estabilidad electoral.
De ahí la obstinación de unos y otros por erigirse como los abanderados de ese espectro político e ideológico. Ya emprendieron ese viaje al centro tras la UCD, el PSOE de González, y el PP de Aznar, estos últimos con peor éxito ya que poco duró el espejismo centrista ante un país que seguía detectando tics y actitudes derechistas en el partido de la calle Génova. Hasta tal punto, que no tardaron en disfrazar el partido con trajes hechos a medida, con nombres variopintos como “liberales” o “demócratas cristianos”, términos éstos más acordes a Europa y su modernidad.
Con los nuevos tiempos, parecía que Ciudadanos sería el nuevo adalid del centrismo pero, sorpresa, ha experimentado el mismo proceso de distanciamiento que le ocurrió al PP de Aznar. Lejos queda en el recuerdo esas primeras intervenciones de Albert Rivera en las que afirmaba sin rubor que la ideología de su partido se fundamentaba en la “socialdemocracia” en un claro intento de ocupar el centro y parte de la izquierda. Cuando descubrió (tarde y mal) que ese espacio lo ocupaban una veintena de partidos políticos en España (entre ellos PSOE y una parte de Podemos), no dudaron en “reinventarse” y arrojarse a los brazos del “liberalismo”, empujando a codazos así al PP, y arrinconándolo de nuevo en la Derecha.
Luego decidieron radicalizar el sentimiento nacional, y mucho me temo que C’s transita en la actualidad por peligrosas veredas que conducen a la extrema derecha más que a ese deseado centro. Curioso lo del centro, ¿no les parece? Todos lo quieren, pero no dejan de alejarse. Un imán de dos polos, uno que atrae y el otro que repele. ¿Quién será el próximo ingenuo en reclamarlo y salir escaldado?