Saúdos a todos os pituffos malhumorados do noso estado plurinacional. Quero agradecer aos nosos irmáns galegos, vascos e cataláns por mostrarnos o camiño para rematar con VOX.
Y no sigo escribiendo en gallego porque el Google Translator seguro que mete la pata. ¡Ay, amigos y amigas, qué fácil era! Resulta que millones de españoles- todos los que no hemos votado a la derecha patriota, cobarde y no cobarde- nos devanamos los sesos para encontrar la fórmula que acabase con el neoliberalismo fascista y resulta que era tan fácil como hablar en cualquiera de las lenguas cooficiales del estado. ¡Dios, qué hubieran pensado aquellos bisabuelos que lucharon contra el ejército nacional, al descubrir que el famoso cartel de No pasarán hubiese resultado mucho más eficaz si hubieran escrito Non pasar, No passessin, o Ez dirá pásako!
Haciendo el ridículo una vez más, Abascal y los suyos aprovecharon el uso de las otras lenguas para levantarse e irse más temprano, si cabe, del trabajo y dedicarse así a su verdadera labor: vivir del cuento de la banderita y tocarse sus coj…
Nota del autor: hago referencia al aparato reproductor masculino como homenaje a los miembros de extrema derecha, ellos y ellas, muy machos todos.
Cómo no se nos había ocurrido antes. Gracias, Santiago. A partir de ahora, cuando vaya a la panadería saludaré con un Egun on y, a lo mejor, todos los fachas de mi barrio salen corriendo. ¡Para que luego digan que la riqueza de nuestro país no está en la diversidad cultural!
He viajado varias veces al País Vasco, estoy enamorado de Bilbao, y mi hija estudia en Cataluña. Nunca nadie me ha puesto mala cara por hablar en castellano, pero supongo que será porque habré tenido mucha suerte. Estoy convencido de que gilipollas hay en todos lados. Sin embargo, para aquellos que hablan de los pérfidos catalanes y su desprecio por lo español, yo podría contra-argumentarles con las ocasiones en las que un madrileño ha hecho bromas despectivas con mi acento. Y no sería justo, porque en todos las ciudades y pueblos que he visitado siempre encontré personas amables y generosas.
Mi pequeña pituffa llegó a Barcelona hace un mes y quiere aprender catalán, al igual que el año pasado hizo con el italiano en Turín. Le encanta conocer otras culturas y sumergirse en ellas; a su madre y a mí nos llena de orgullo y para su hermana es un gran ejemplo. Pero cuando llegó a Barcelona se sorprendió por la poca gente que le hablaba en catalán e, incluso, ha tenido que pedir a sus amistades que lo hagan para poder entender la lengua más rápidamente. Sus compañeros catalanes sonríen con la petición y se muestran agradecidos.
No es tan difícil y, además, es muy hermoso. Cuando un inglés viene a nuestro país agradecemos que intenten hablar en nuestro idioma y eso, a pesar de que muchos de nuestros compatriotas hablan la lengua de Shakespeare de manera resuelta. Pero también ocurre que algún hijo de la Gran Bretaña- pregunten si no a los que trabajan en hostelería- pose ofendido porque el resto del planeta no entienda su jodido idioma. Su actitud nos parece altiva, propia de quien se considera superior. Esto es el reflejo del sentimiento de inferioridad de aquellos que, acomplejados, glorifican un pasado- o un presente- basado en la imposición.
Una lengua sirve para comunicarnos, crear lazos y evolucionar a través de la mezcla. Aquellos bobos que la utilizan como arma de opresión sólo quieren aislar su cultura, insultando así a su propio país, pretendiendo reducirlo a un mero ejercicio de clasismo y superioridad. En ambas cuestiones debo reconocer que los ultranacionalistas españoles de VOX son unos dignos representantes.