Recordando mis años de estudiante de Criminología me viene a la memoria cuando nos explicaban que detrás de perfiles psicopáticos y maltratadores, muchas veces había un origen como víctimas dañadas en su infancia o adolescencia. Esto puede ser una explicación a la monstruosidad humana, pero también es cierto que la crueldad no siempre se explica en estos términos. Narcisistas y psicópatas —los cabrones desalmados de toda la vida—, también pueden surgir en entornos en lo que se nutren de un exceso de atenciones y mimos. Ambas teorías pueden ser ciertas y, a través de la historia, se repiten los casos una y otra vez. Se me viene a la cabeza, por ejemplo, cómo los revolucionarios franceses acabaron convirtiendo su libertad, igualdad y fraternidad en un reino de terror. Algo parecido ocurrió en la Unión Soviética. Durante el devenir de los siglos hay muchas más evidencias y no hace falta más que echar un vistazo a la actualidad para demostrar ambas teorías sobre los posibles orígenes de la maldad.
En España, a pequeña escala, tenemos por ejemplo un patético político que fue víctima de las amenazas de una banda terrorista asesina y, en la actualidad, es el líder de un partido de extrema derecha que decide quién es buen o mal español, pide perpetrar golpes de Estado e incluso sugiere, que hasta para eso hoy es cobarde, colgar por los pies a un presidente democráticamente elegido por el pueblo. Pero el caso de Abascal no es único y entre su séquito de correligionarios ultranacionalistas es un perfil que se repite demasiado, estén justificadas o no sus percepciones victimistas. El más escandaloso de estos ejemplos que hoy vivimos ocurre en esos lares llamados por muchos Tierra Santa, aunque, curiosamente, la bondad no es precisamente lo que más ha caracterizado al lugar. Es muy triste comprobar cómo el gobierno de Israel se ha convertido, desde hace años y hoy más que nunca, en un depredador cruel, despiadado y asesino, dispuesto a llevar a cabo un genocidio similar al que los nazis hicieron sufrir a los judíos. “Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”, parecen palabras dichas por la propaganda alemana en la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, fueron pronunciadas por el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant hace varias semanas y resumen perfectamente la visión que estos tipejos tienen de los palestinos. En este caso, las dos teorías que expuse al principio explican al monstruo, ya que a Israel y su perfil de pueblo víctima del holocausto hay que añadir la malcrianza y exceso de mimos de papá Estados Unidos; hasta el punto que ni siquiera los progresistas norteamericanos se atreven a reprender al niño narcisista que han creado, no vaya a ser que se lo tome a mal. No olvidemos que, para Netanyahu y los suyos, todo aquel que levante la voz en contra de sus crímenes es un amigo de los terroristas. Y así es siempre, ya sea el crítico la ONU, el Papa o el presidente de España. Como son nuestros hijos de puta, que diría Pérez Reverte, pues por lo visto hay que reírles las gracias; aunque estas consistan en el exterminio cruel de todo un pueblo.
Lo inexplicable de todo es que si el Gobierno de Israel pretende acabar con el terrorismo de los radicales árabes a golpe de genocidio sólo les valdría revisar su propia historia para comprender lo equivocados que están. Su odio sólo generará más odio, y su crueldad creará muchos más terroristas dispuestos a infligir muerte y dolor para conseguir su venganza. Pero algo me dice que Netanyahu sabe esto y no le importa. Sus propósitos no son acabar con el terrorista, el gobierno de Israel los necesita para seguir perpetuando su política expansionista por el territorio; hoy Gaza, mañana Cisjordania y después, como decía Buzz Lightyear, hasta el infinito y más allá.
Sentirse víctima y apelar a la defensa no te da el derecho a transformarte en cruel verdugo y llegar a convertirte en el mismo monstruo al que supuestamente combates. Es un bucle tan humano como peligroso y, por supuesto, no es la vía para superar los conflictos. Al final, solamente logras revertir tu propio sufrimiento inicial en una simple excusa para sembrar tu odio. Ya seas una potencia militar como Israel o un pelele como Abascal, todos tenemos la oportunidad de elegir en qué nos convertimos, pero si alguna vez te sientes víctima y quieres dejar de sufrir, te garantizo que acabar siendo verdugo no es el camino correcto.
Ahora que se acerca la Navidad sugiero a todos, tanto católicos como no, echar un vistazo a los evangelios. Al menos para un ateo cristiano como este Gruñón, el icono de Jesucristo, sea inventado o no —eso es lo de menos— es un magnífico ejemplo de cómo revertir el sufrimiento. Así que, desde mi poblado Pituffo, quiero desearos felices fiestas, excepto a los que se posicionan al lado de los verdugos y justifican su odio sin muestra alguna de arrepentimiento. Estos seres jamás alcanzarán la paz y desearles felicidad mientras no evolucionen, es una absoluta pérdida de tiempo.