Fotograma de la serie de ficción 'El cuento de la criada'.
Fotograma de la serie de ficción 'El cuento de la criada'.

Leo con estupor que una pareja de Jerez ha culminado un proceso de gestación subrogada con una mujer de Canadá. Las reacciones jubilosas de la opinión pública en las redes sociales son impactantes; lo celebran como un gran éxito de nuestra sociedad. No lo es. Es un episodio abominable y el más triste de los fracasos como pueblo. Es la vergüenza colectiva de la normalización del negocio de los nacimientos, el más casposo de los blanqueamientos mediáticos bajo una lógica perversa que ignora que hay personas pobres (sí, sí, pobres en países ricos) que recurren a una pensión "altruista" (léase con ironía) para poder llenar la nevera.

Este tipo de gestación subrogada tan aclamada no es otra cosa que un lujo para ricos (los costes de disponer de un hijo ascienden a un mínimo de 60.000 euros), una operación de mercado para personas que se creen que ser padres es un derecho. No lo es. Nadie tiene derecho a hacer de la explotación del vientre, del cuerpo y de las emociones de una mujer el culmen de su anhelo paternal, tampoco a privarla de su bebé (hay sentimientos reversibles) como si el hecho de parir fuese una actividad inane.

La gestación subrogada es deleznable, el cénit de la cultura ultracapitalista. Un mundo restringido, una vez más, a quienes más tienen. Don dinero, poderoso caballero. Tener un bebé recién nacido a cambio de una manutención o de una ingente cantidad de dinero es puro negocio, sinónimo de la deshumanización más absoluta, del poder del patriarcado, de nuestra creciente desigualdad. Cuando gana un rico siempre sufre una pobre.

Existen opciones infinitamente más humanas para custodiar un niño; si estas no funcionan, no mejoran ni se agilizan es porque la sociedad no invierte en la logística necesaria ni se empodera lo suficiente para cambiar las leyes; algunos ricos prefieren pagar y disponer de un bebé a la carta, estilo Darwin, creyendo encima que lo suyo es un bondadoso acto de filantropía, de amor. Pero no lo es. Es simplemente puro y duro egoísmo.

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