La buena muerte.
La buena muerte.

Hoy vamos a hacer un ejercicio de empatía. Imagínese que, por circunstancias de la vida, es usted una persona con una enfermedad crónica, a consecuencia de la cual lleva años postrada en una cama, siendo, por tanto, dependiente de la ayuda de otras personas para poder comer, lavarse, etc. Si usted, llegado el momento, decidiera dejar este mundo, ¿le gustaría poder hacerlo legalmente, sin meter a nadie en problemas por ayudarle a dar ese paso?

A continuación, pongamos otro caso. Imagine que tiene un familiar directo (madre, padre, pareja, etc.) en situación de dependencia, con una enfermedad dolorosa y crónica. Un día, ese familiar le dice que no quiere seguir sufriendo, y a pesar de los cuidados paliativos que la sanidad pública le ofrece, prefiere tomar la dura decisión de morir en paz, y para ello, le pide ayuda. ¿Qué haría usted? Estos supuestos los han sufrido en sus propias carnes muchísimas familias, algunos casos son muy conocidos, incluso se han llevado al cine; otros, por diferentes motivos, no se han dado a conocer.

Esta semana, concretamente el martes día 11, se aprobó en el Congreso la tramitación de una ley que regule y despenalice la eutanasia. 203 votos a favor, 140 en contra y dos abstenciones. Sólo PP y Vox se han opuesto. No voy a entrar a valorar el pobre argumentario que han utilizado esas dos formaciones políticas, sólo diré que me parece una auténtica vergüenza que el portavoz adjunto del PP en el Congreso, un tal José Ignacio Echániz, calificara dicha ley como la “solución final para reducir problemas con las pensiones”. Qué bajeza moral y que retorcidas intenciones han de tener quienes piensen así. No digo más.

Ahora, esta iniciativa tendrá que pasar a la Comisión de Sanidad, órgano encargado de elaborar el texto de la futura ley, una ley necesaria para que jamás vuelvan a suceder casos como el de Ángel Hernández, acusado de un delito de cooperación al suicidio por ayudar a morir a su mujer, María José Carrasco, que sufría una enfermedad terminal. Ángel fue durante tres décadas su voz, sus ojos, sus brazos y sus piernas, hasta que María José se cansó de vivir así. Dejemos a un lado la religión. Dejemos a un lado la política. La eutanasia es un derecho humano, allá cada cual si quiere ejercerlo o no, en el caso de que fuese necesario.

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