Este pasado martes, miles de personas salieron a las calles bajo la convocatoria del movimiento feminista andaluz con motivo del debate de investidura y el pacto de Gobierno en Andalucía, en el que se ha negociado los derechos de las mujeres. 10.000 personas se concentraron frente al Parlamento andaluz y se sucedieron concentraciones de apoyo por todo el Estado en solidaridad, materializando en la práctica el lema: “Si nos tocan a una, nos tocan a todas”.
Al día siguiente, todo el país se preguntaba qué hay detrás de esta movilización. La convocatoria fue autónoma, lanzada por colectivos feministas que conforman una amplia red organizada por todo los territorios andaluces y del resto del Estado. El motivo inmediato era el pacto de gobierno pero el espíritu de la convocatoria era más amplio y dice así: “Siguiendo las bases sentadas en el 8M, nuestra lucha seguirá siendo por un feminismo inclusivo, interseccional, antirracista, antifascista y anticapitalista”.
Cada vez es más compartida la idea de que el feminismo, es decir la igualdad material y universal de las mujeres en el acceso a los recursos, es incompatible con un modelo socieconómico que sustrae los recursos de dos tercios de la población mundial y con un orden que jerarquiza la humanidad de las personas en base al cuerpo y el territorio que habitan, justificando con esto la escasez y la abundancia. El feminismo es cada vez más de clase, más antirracista y más antifascista.
Feminismo anticapitalista y antirracista
Sin embargo, eso no significa que todos los intereses que se han sumado en estas movilizaciones se posicionen junto al anticapitalismo y el antifascismo. Sabemos bien que las fuerzas del PSOE llamaron ayer a la movilización y la nutrieron de personas. Nuestro optimismo no pasa por alto las palabras de Susana Díaz llamando a la movilización, ella que tan poco amiga era de las calles. Hay un rédito electoral de la movilización de ayer que se embolsa el PSOE, el Gobierno ‘socialista’ derrocado por la derecha y que en el imaginario era lo malo conocido. Esto no nos puede hacer frenar la autonomía ni el ímpetu del movimiento feminista, pero sí merece una reflexión y una respuesta.
El triunfo de la derecha, en todas sus vertientes, incluida la más ultra, tiene numerosas y variadas causas históricas e internacionales, pero una de ellas en Andalucía es sin dudad el devenir neoliberal que el Gobierno socialista ha imprimido a sus políticas en las últimas décadas. En 2013, el Ejecutivo andaluz externalizó y privatizó la gestión educativa de los colegios de Infantil y Primaria en lugar de recurrir a las bolsas públicas de personal interino y laboral.
El resultado es precariedad y temporalidad de los trabajadores y trabajadoras de los servicios auxiliares como comedores o actividades extraescolares. Esto es solo un ejemplo, la atención de los servicios de emergencia, la externalización de comedores, lavandería, y limpieza en los hospitales públicos, o la mayor concertación con hospitales privados son otros ejemplos. Así han mantenido contento al sector privado a costa de la cada vez mayor precariedad y temporalidad a los trabajadores y trabajadoras. Y todo justificado con el mismo mantra neoliberal de que las privatizaciones crean empleo y modernizan los servicios, a pesar de ser estas medidas más caras para las arcas públicas.
Movimentismo
Pues bien, este tipo de política se aleja del socialismo de las siglas y crea subjetividad de derecha que finalmente rentabilizan en las urnas las auténticas derechas. Porque nadie vota a la copia pudiendo votar al original, y ahí están los números. Las bases del PSOE, que ayer se sumaron a las movilizaciones desde los pueblos y barrios andaluces, son bienvenidas y serán necesarias para la trasformación hacia la justicia social que pretendemos, pero la cúpula del PSOE, representada por Susana Díaz, llamando a secundar la movilización tiene que saber que sus intereses son contrapuestos a los de la movilización feminista. Para hacer política de izquierda hay que priorizar los derechos de los trabajadores y trabajadoras frente al sector privado, garantizar los derechos sociales a través de la gestión pública, facilitar la participación democrática y defender los derechos a la protesta y asociación, si no sólo estarán allanando el camino para la derecha más reaccionaria y el movimiento feminista estará en frente.
La capacidad del movimiento feminista va más allá del movimentismo y esto es necesario leerlo políticamente para valorar el potencial trasformador que lo acompaña. Detrás de las movilizaciones hay una red organizada, cientos de asambleas, de grupo de whatsapp, de listas de correo, de alianzas en todos los territorios que lo hacen posible. Y eso es la sociedad civil organizada, un sindicalismo social estructurado. Más allá de la rentabilidad electoral que se le pueda sacar a esto por los partidos afines, esta realidad desborda.
Estamos montando un ejercito de autodefensa y resistencia a las embestida que el neoliberalismo, en su fase más cruenta, prepara. El feminismo organizado comienza a dar la batalla por derechos sociales como la vivienda, la sanidad o la educación pública; las luchas sindicales como las de la kellys; las luchas por la libertades civiles contra la represión de la protesta o la libertad de expresión como el Coño Insumiso, o las luchas por la soberanía alimentaria y el territorio. “Porque somos conscientes de nuestras opresiones, no vamos a permitir ninguna otra”, tal como reza en el manifiesto de la movilización del 15E. El movimiento feminista ha venido a cambiarlo todo.