Tener una relación larga de calidad es un milagro. Vivimos en la prisa de lo inmediato, en una oda constante a lo rentable. Rentabilidad económica, sensual, sexual, psicológica y en seguida damos largas a quien se resbala. Hay una extrema ligereza a la hora de abandonar a alguien para sustituirlo por lo inmediato, para darnos placeres mundanos en segundos.
Los orgasmos menos placenteros, erecciones catastróficas y la falta de deseo los confundimos con desamor mientras se sueña con lo inalcanzable. Este es un mundo ya de dimensiones pornográficas y no me refiero sólo al sexo. Es imposible saciarse como a los veinte si llevas treinta años con tu pareja pero el arte de relativizar y contextualizar está reservado para los sabios.
No aguanten ofensas, humillaciones o entreguen sus cuerpo sin deseo y fatigas, se convertirían en prostitutos sin alma. Pero antes de pensar en dejar una vida, un lugar o a una persona de calidad, respiren y aprendan a valorar y dar las gracias por todo lo vivido si lo positivo supera lo negativo.
La monogamia es ya un milagro en peligro de extinción y aunque está relacionada desde los sectores más libertarios con la esclavitud o una imposición religiosa hay aves que la practican sin saber de moral ni dios y yo quiero ensalzarla.
En mi opinión es algo bonito aunque soñemos todos los días con otro cuerpo y otro aliento. No pierdan una vida por un ciclo nuevo, con otro u otra, que irremediablemente volverá a repetirse porque nadie se libra del tedioso rumor que traen los años. Nadie vuelve a reactivar su cerebro químicamente con la avidez del principio y por supuesto nada dura para siempre.
No haré para terminar un alegato para aguantar a nadie sin amarlo. No merecen esa vida. No merecen besar sin sentir ni nunca estén con nadie por pena. No convivan con el dolor y no se instalen en él por falta de plan B. Pero llegar a viejos con alguien se me antoja algo maravilloso.