Mira que me gustan ciertos momentos de la Semana Santa: sus olores, recuerdos, música, arte, liturgias familiares, gastronomía, su economía, folclore etc. Pero cuando pienso en quienes están detrás, el mismísimo consejero de Salud ha portado al Gran Poder —ha dejado a 8.000 sanitarios tirados tras la pandemia—, a quiénes defienden y cómo se las gastan con el Ayuntamiento y cómo actúan desde el Diario de Jerez y de Sevilla si ven reducida su cansina ocupación del espacio público se me quitan las ganas de ir, os lo prometo.
Es evidente que esto viene de muchos siglos atrás y que pelear contra gigantes, lo endorfínico y lo populoso es cansino. Como mezclar, comentar o comparar el número de asistentes reivindicando por la Sanidad pública con las inmensas y multitudinarias aglomeraciones detrás del Gran Poder. Es una gran inutilidad. Pero viendo cómo en este año han cuajado las Misiones en Sevilla, trasladando imágenes, como ya se hizo en 1965, en plena dictadura militar, me hace pensar que esta gente sabe cuándo y cómo hacer las cosas. Antes pensaba que esto era transversal, más bien me lo imponía. Como muchas cosas, por no desfallecer y no tirar la toalla en mis mínimos intentos por ser didáctico. Menuda osadía de tonto.
Miles de personas en las calles de la capital y en los pueblos de Andalucía, fuera de fecha, para ver traslados, aniversarios y visitas. Todo preparado con mimo y una exquisitez para que gocemos con los sentidos. Con algo que forma parte de una leyenda, con personajes históricos, evidentemente, pero todo basado en dogmas que son imposibles de creer si somos verdaderamente honrados con lo científico.
¿Virginidad de una madre y la resurrección de un Dios Todo, por otra parte, copiado de civilizaciones anteriores. No tengo pruebas para decir si Dios existe o no, además es un debate inútil, ni jamás me metería con nadie que tenga fe. Pero en pleno siglo XXI éstos van a una, votan a una y que dan mayorías a las derechas más reaccionarias que ya han salido sin complejos de la marginalidad es algo que ya es imposible de no ver. Y además ya con más impunidad en una Andalucía que en vez de dar pasos hacia el laicismo vuelve a oler muy intensamente a incienso del NoDo, ese del más nostálgico y rancio.