En un rato, sólo en un rato y con letras cortas y fascinado por sus formas sólo pude cerrar los ojos mientras la escuchaba en la peña Fernando Terremoto. Hay algo primitivo, de negrura y de tambor remoto y tartésico. Como aquellos males que los nietos heredan de los abuelos en el código genético. Sí, la boca le estalló en sangre en la noche del sábado y a pesar de contar con una patente de corso nos deleitó a todos con su arte. Dolores es cantaora quizás no artista en los términos que el capitalismo exige a quienes dios les concede virtud y gracia.
Dolores es un mito porque a la gitanería de Jerez le falta y se aferra a ella. En la ausencia de dioses del flamenco como lo fueran Agujetas, Terremoto o la Paquera. Dicen que la pureza está en vías de extinción y aunque la fusión esté de camino y los centros culturales sobrevivan con subvenciones mínimas, ayer, repito, viví un momento histórico. En la anarquía de la flamencura, en las formas exquisitas de la peña y su junta directiva y en la suerte de decir que yo aquel sábado de noviembre vi a Dolores agujetas con los ojos cerrados.