La ultraderecha rodea el Congreso para: supremacía blanca, bajada de impuestos para ricos, privatizar servicios básicos, criminalizar a la clase política, ensalzar la figura de un líder que cree ser superior por raza, religión y posición económica, proteger intereses de la banca en las crisis económicas cíclicas, permitir que la vivienda y educación sean un artículo libre y expuestos a la especulación, no controlar a la élite, abolir derechos laborales, etc.
La ultraizquierda rodeó el Congreso —no entró— para hacer que el partido de izquierdas del bipartidismo no fuera de derechas en lo económico, parar desahucios, denunciar tramas de corrupción como la de Rodrigo Rato, poner el foco en las clausulas abusivas de las hipotecas, luchar por los convenios colectivos, nacionalizar sectores estratégicos como la energía —a luz en plena bajada de las temperaturas la han subido un 27%—, igualdad entre hombre y mujeres, derechos de los homosexuales, destapar paraísos fiscales, etc.
No tenemos una bola de cristal. Ni sabemos si esa ultraizquierda con mayoría absoluta nos pondría como Cuba o la Rusia de Stalin por su gestión y el boicot de los países que no quieren esta manera de Gobierno. Está claro que desde la vicepresidencia que iba a corregir anomalías por no ser casta no se ha alcanzado lo prometido y los discursos y las promesas se han diluido.
La política real, esa que lidia con los poderes fácticos y las multinacionales y la banca no tiene el poder que crees que tiene. Sólo es posible si tú empiezas siendo tan honrado y preparado como el que manda desde una supuesta santidad y sin pecado. Otro día podemos hablar de castas, la gente que se quitó Pablo de encima, lo de Galapagar y la casi invisible gestión del ministro comunista de Consumo. Podemos hablar de las emociones, indignación, la falta de información, cultura y valores para que las cosas funcionen horizontalmente. De aquel sueño del 15M e incluso de lo conseguido por él.
Sigo pensando que para evitar a la ultraderecha como anomalía populista si la socialdemocracia no hace su trabajo, la anomalía de la ultraizquierda —si es cierto que es ultra— no se hubiera producido. Y hablo de anomalías no por equiparar, en mis ejemplos dejo claro que no es así. Pero ciertos proyectos, líderes, emociones, intenciones y cambios son como dar un revólver a un chimpancé. No se debe gobernar para la sociedad que quieres crear sino para la que existe. Eso creo.
Creo que el liberalismo necesita menos esfuerzos que el socialismo. Es más fácil competir en una sociedad jerarquizada que cumplir con el ejemplo personal diario en otra igualitaria. Por eso lo primero, por desgracia, funciona, y lo segundo fracasa. No se desesperen, se han conseguido logros. Y la hija de un taxista es ya ingeniera. Pero...
En definitiva, no podemos tener una bola de cristal, pero la polarización en mano de la ignorancia, las carencias, el fanatismo, los trabajadores humillados que se odian y se convierten en reaccionarios y una clase empresarial que sabe que ahí saca oro molido hace el resto.
Tiempos para ceder ante la moderación, el consenso y los ejemplos claros que pone la historia, desde el 1789, 1917 a nuestra, dicen, Transición modélica. Incluso la retirada de un busto de un rey emérito —supuestamente corrupto— en Cádiz necesita consenso y votaciones. Él representa al Estado hasta que desde el sufragio universal se cambie el modelo. Cuidado con la pureza, los líderes, las identidades, los egos, los púlpitos de la izquierda caviar y sobre todo presten atención al periodo producido entre las dos grandes guerras, las dos mundiales.