Como los chistes de la tal Cassandra, por los que ha sido recientemente condenada a un año de prisión, curiosamente el primer artículo de opinión que yo publiqué también versó, en tono jocoso, sobre el atentado terrorista perpetrado por ETA que le costó la vida al hasta entonces presidente del Gobierno de España, almirante Carrero Blanco. Lo escribí un día del mes de enero de 1974, poco después del atentado, y lo publiqué en un tablero que teníamos en el colegio donde se colgaban con chinchetas toda clase de informaciones de interés para los alumnos de bachillerato. Por aquel entonces yo aún tenía 16 años.
En dicho artículo —milagrosamente aún conservo el original— trataba de ridiculizar el atraso tecnológico de aquella España de Franco, que ya agonizaba a la par que el dictador, y entre otras chorradas decía que el atentado no fue tal, sino un intento fallido por enviar a la Luna, en competencia con la NASA, nada menos que a todo un presidente del Gobierno, y que sus promotores pertenecían a un grupo denominado “Españoles Técnicos en Astronaves (ETA)".
El artículo, firmado con mi nombre y apellidos, estuvo un par de semanas colgado en aquel corcho a la vista de los profesores y de los demás compañeros, y afortunadamente no trascendió ni salió del ámbito escolar, pues de otro modo me hubiera costado un serio disgusto, mucho más gordo que el que se ha debido llevar la tal Cassandra al conocer su condena. Lo cierto es que, por suerte para mí, la publicación de aquel escrito no tuvo ninguna consecuencia. Como única reacción o reproche alguien escribió encima con grandes caracteres la palabra “CENSURADO”, lo que solo sirvió para atraer la atención de muchos más lectores. No sé si influyó el hecho de que la comunidad religiosa a la que pertenecía el colegio estaba formada mayoritariamente por curas vascos, que nunca se distinguieron precisamente por su apoyo a la dictadura. Supongo que sí.
No me enorgullezco de haber bromeado con el asesinato de una persona, o mejor dicho, de tres, ya que en el atentado también fallecieron el escolta y el chófer del presidente. Pero en mi descargo puedo alegar —más allá de mi insultante juventud— que quienes por aquel entonces nos oponíamos a la dictadura veíamos a la banda terrorista ETA con cierta simpatía, porque aunque nos horrorizaran sus métodos sanguinarios la creíamos un poderoso aliado en la lucha contra el régimen de Franco. Solo el paso del tiempo nos demostró lo equivocados que estábamos ya que, muerto el dictador, la organización terrorista siguió asesinando a diestro y siniestro —más bien a siniestro—, lo que estuvo a punto de provocar una involución del proceso democrático.
En los tiempos que corren, y tal como está el panorama internacional, no estoy a favor de que se elimine del Código Penal el delito de enaltecimiento del terrorismo, ni el de incitación al odio. Pero creo que hay que establecer claramente la línea que separa lo que es delito de lo que no pasa de ser humor negro, mala baba o pésimo gusto, como puede ser el caso de los chistes por los que ha sido condenada nada menos que a un año de prisión la tal Cassandra. Mucho más graves me parecen los comentarios que esta misma tuitera publicó deseándole la muerte a Cristina Cifuentes tras sufrir un accidente en su moto, y otros más que pueden encontrarse en la red en los que destila un odio infinito hacia quienes no piensan como ella.
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