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Durante la conquista de Hispania por Roma los diferentes pueblos que habitaban la península Ibérica mostraron fundamentalmente dos actitudes bien distintas frente al ejército invasor. Mientras unos opusieron una feroz resistencia -este fue el caso de los pueblos del centro y del norte peninsular-, otros  prefirieron pactar con Roma para evitar el derramamiento inútil de sangre en un enfrentamiento  que estaba perdido de antemano, y aceptaron ser dominados por un pueblo más avanzado y culto. Esta actitud pactista fue la que adoptaron la mayor parte de los pueblos que habitaban la costa mediterránea y el sur peninsular, que eran los que poseían una cultura más evolucionada.

Sin embargo el relato histórico nacionalista español, que era el dominante hasta hace bien poco, exaltaba la resistencia heroica de quienes se enfrentaron a Roma hasta la muerte -el caso paradigmático de la ciudad celtibérica de Numancia, o el caso también de Viriato, el guerrillero lusitano que plantó cara y venció en varias ocasiones a las todopoderosas legiones romanas-, al tiempo que silenciaba y ocultaba bajo un manto vergonzante a quienes habían adoptado una actitud pactista con Roma, a la postre más inteligente y beneficiosa para todos. Estas cosas tiene el nacionalismo.

De lo que los cronistas de la época dejaron escritas sobre Viriato me llama la atención el cuento que le atribuye el historiador griego Diódoros. Según este escritor, al ver Viriato que los habitantes de Tukke (Tucci o Itucci, la actual Martos, en Jaén) tan pronto estaban de parte suya como de los romanos, les narró lo que le sucedió a un hombre "ni joven ni viejo" que tenía dos esposas. "La más joven, con el deseo de hacerle más semejante a sí misma en la apariencia de la edad, le iba quitando los pelos canos de la cabeza, al tiempo que, con el mismo propósito, la de más edad le arrancaba los negros; de modo que en poco tiempo, depilado por ambas, quedose finalmente calvo".

Me pregunto si  el señor Iceta, candidato socialista a presidir el Gobierno regional de Cataluña, no acabará como el protagonista del cuento de Viriato, dado su afán político de querer estar a un tiempo en la misa nacionalista y repicando con los unionistas. Me pregunto si su alopecia galopante no será finalmente una metáfora de lo que podría acontecerle en las elecciones del próximo día 21. Pero tan solo me lo pregunto y nada me aventuro a pronosticar, ya que el señor Iceta lo que no tiene es ni un pelo... de tonto.

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