En el curso escolar 1973-74 los estudiantes que entonces cursábamos el último año del bachillerato (el COU), nos pusimos en huelga y nos manifestamos por las calles de Jerez contra las pretensiones del Gobierno de implantar unas pruebas de acceso a la universidad: la Selectivad. Lo más que conseguimos fue que las dichosas pruebas se aplazaran durante un año, por lo que mi promoción fue la última que pudo acceder a la universidad sin necesidad de tener que realizar ningún examen previo. De hecho, las pruebas de Selectividad se celebraron por primera vez en junio de 1975, cinco meses antes de la muerte de Franco. Resulta cuanto menos llamativo que con todos los cambios legales que desde entonces ha habido en el ámbito de la educación, la Selectividad sea de las pocas cosas que han resistido el paso del tiempo, nada menos que 41 años -de momento-, y no sé cuántas reformas educativas. A pesar de lo cual son las reválidas, establecidas durante la II República, las que tienen fama de franquistas.

Organizar y participar en manifestaciones y huelgas en aquellos tiempos era mucho más emocionante que hoy, no solo porque estaban prohibidas y la policía intervenía con desproporcionada contundencia, sino porque podías encontrarte con la desagradable sorpresa -sobre todo tu familia- de que llamaran a la puerta de tu casa a las tantas de la madrugada... y resultara que no fuera el lechero. Las detenciones eran en aquel antonces arbitrarias, las palizas y vejaciones en los calabozos habituales, y por menos de nada te ponían unos meses, e incluso años, a la sombra, lo que suponía además una mancha en el "certificado de penales", cuya limpieza era imprescindible para acceder a los empleos públicos y a cualquier concesión del Estado.

Eran tiempos en los que había que tener mucho cuidado con lo que se decía y con quién se hablaba -algo parecido a lo que aún sucede hoy en Cuba-, ya que la polícía político-social y sus secuaces -'los sociales'- estaban por cualquier parte, incluso en las universidades (se les detectaba por su incompetencia en cuestiones académicas). Había que tener cuidado hasta con lo que se leía, ya que había libros y autores que estaban expresamente  prohibidos, lo que por otro lado los hacía mucho más atractivos. Muchos de aquellos libros, procedentes de México,  llegaban clandestinamente a España -vía París- y corrían de mano en mano para ser devorados -por quienes leíamos, claro- con avidez febril. Aún recuerdo un libro del poeta exiliado León Felipe -"Antología rota"-, cuyos escarnecedores versos contra Franco -"el sapo iscariote y ladrón"- recitábamos a voz en grito, retando al Régimen y a su policía omnipresente, en las noches de vino y de rosas.

Pero todas aquellas emociones se fueron apagando tras el 6 de diciembre de 1978. Y es que a partir de ese día, entre otras muchas cosas, se legalizaron las huelgas y las manifestaciones, y cesaron las detenciones arbitrarias (ya nadie llama de madrugada a tu casa, entre otras razones porque ya tampoco hay lecheros). Fue eliminada la censura, lo que supuso que por primera vez pudiéramos ver cualquier película en versión íntegra -sin la castración de turno-, y también pudimos leer todos los libros de cualquier autor, por lo que León Felipe, entre otros autores cuyo principal mérito consistía en estar prohibidos -entonces nos dimos cuenta-, perdieron todo interés. Se estableció el derecho a la libertad de expresión, lo que nos permite hoy, entre otras muchas cosas, escribir incluso el periódico que no quieren que leas. Etcétera.

En fin, que todo se volvió mucho menos excitante, más normal y, con el tiempo, también más aburrido -¡bendito aburrimiento democrático!- desde aquel 6 de diciembre de 1978. Entiendo que quienes nacieron después de aquella fecha, y por tanto no conocieron la dictadura, y quienes se adaptaron dócilmente a sus imperativos, no valoren en su justa medida lo que significa que los derechos y las libertades cívicas sean hoy algo básico y normal, por el mero hecho de figurar en un librillo de apenas unas decenas de páginas. Pero quienes sí sufrimos la dictadura, y conservamos memoria histórica de aquellos tiempos, sabemos que el cambio que se produjo en la vida de los españoles fue tan radical que no podemos -ni debemos- dejar pasar ni un solo 6 de Diciembre sin celebrarlo como merece.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído