El suflé de Ganemos Jerez

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Director de lavozdelsur.es entre 2014 y 2024. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

cierre campaña electoral Ganemos
cierre campaña electoral Ganemos

EDITORIAL. La agrupación municipalista, tras su arrollador éxito electoral de hace dos años, ha perdido su halo de novedad, masa social y contacto con la calle. Para colmo, su estrategia política, lejos ya de Podemos, no deja de dar resbalones.

De la nada, la agrupación de electores aprovechó la ola de cambio propulsada desde los tiempos del 15M por Podemos y se hizo con cinco concejales en la pasadas municipales. Todo un récord y un fenómeno nunca antes visto en los comicios electorales celebrados en la ciudad. Desde entonces, la formación municipalista ha tenido un crecimiento en estructura política muy relevante, gracias al peso de sus cargos públicos y de las generosas aportaciones de las administraciones, incluida la Diputación de Cádiz, donde cuentan con un representante. Antes, durante y después de las municipales de 2015, la agrupación tenía un lenguaje fresco, cada declaración de sus representantes interesaba a la opinión pública, y sus acciones eran novedosas y controvertidas para cierto sector conservador de la ciudad. Para muchos, eso sí, utilizaban dinámicas de grupo tipo boyscout y abusaban de un asamblearismo exasperante —aún se recuerda lo de poner urnas en el Arenal—. Pero todo era lícito, era su modelo y una gran mayoría había confiado en él.

El fenómeno era imparable y la esperanza de transformar la ciudad de arriba a abajo era como echar una Couldina en un vaso de agua: pura efervescencia. Hubo muchos que nunca habían participado en la política, o que sencillamente ésta no les interesaba un pimiento, que se desplazaron en las noches de cierre de campaña y en la madrugada poselectoral a los cuarteles de la agrupación para celebrar el triunfo y el fin del monopolio de la derecha en Jerez tras los cuatro años más duros que probablemente Jerez ya no recuerde, pues es dada esta ciudad a una desmemoria galopante para bien y para mal. No había diferencia entre Podemos, que no concurría a las municipales en 2015, y Ganemos Jerez, una 'marca blanca' con una gran personalidad propia y capaz de aglutinar a gran parte de la izquierda local. La falta de un liderazgo no solo no era un problema, sino que reforzaba su espíritu participativo y coral.

Han pasado casi dos años de aquello. Ganemos, como decíamos, se ha consolidado como estructura política tradicional, pero al mismo tiempo ha perdido el tirón y el contacto con la calle, y sobre todo esa dinámica fresca y rompedora que lo mismo les ha llevado a montar una playa en el Hontoria para criticar la descabellada propuesta electoral de Pelayo; que a exigir la grabación de todas las reuniones políticas internas cuando negociaban el apoyo del PSOE en la investiduras; que a publicar hasta el último céntimo de lo que ingresan en su propia web, un ejercicio de streptease político igualmente inédito en la ciudad hasta la fecha. Sus impulsores se esfuerzan por organizar pequeños actos —presentar el periódico que editan, Gente corriente, en los barrios— y por trasladar a la ciudadanía ese mensaje de juntos podemos con asambleas en torno a los presupuestos y otros temas de interés ciudadano.

Ganemos da la sensación de que ya no puede. Y no solo porque las fallidas negociaciones para el tripartito evidenciaran la división de la confluencia

Pero Ganemos da la sensación de que ya no puede. Y no solo porque las fallidas negociaciones para el tripartito evidenciaran la división de la confluencia, ni tampoco porque el portavoz y la concejal de Ganemos, Santiago Sánchez y Maribel Ripalda, respectivamente, ya no tengan responsabilidad en el círculo jerezano. No, no es solo por eso. Solo hay que ver fotos de algunos de sus encuentros para percartarse de que no hay apenas masa social tras el fenómeno político de hace dos años. Y, lo más preocupante, solo hay que percartarse de que sus discursos cada vez encierran más incoherencias y su estrategia política más resbalones. 

Puede que la mayoría de sus componentes estén pagando su inexperiencia política a la hora de reaccionar tarde y mal a muchos temas, puede que lleven razón en muchas de las críticas que hacen al PSOE de Mamen Sánchez —este al menos es capaz de reconocer muchas de sus meteduras de pata—, o puede que haya quien mueva hilos en lo interno creyendo ser ideólogo y no sea más que un iluminado... Las razones pueden ser muchas y variadas. Pero lo cierto es que en este tiempo el discurso externo de Ganemos se ha movido entre cierta ingenuidad, en ocasiones, y cierta cerrazón, en otras, que luego ha tenido que flexibilizar para no seguir alimentando contradicciones y cavando su tumba política para después de 2019. No entrar en el gobierno; no querer un tripartito como bloque amplio de la izquierda jerezana —su negativa tan rotunda al PSOE contrasta con el discurso actual de Pablo Iglesias— con el que poder cambiar las cosas; no aprobar los Presupuestos de 2016 para luego permitir su luz verde; machacar durante meses con la falta de información sobre las nuevas cuentas para 2017 y, con el plazo de aportaciones ya cerrado, descolgarse con 55 propuestas para las mismas; defender el conflicto de los estibadores y luego prácticamente demonizar a la plantilla del Villamarta como si sus sueldos fueran el verdadero problema de la situación crítica del teatro...

Consta que hay excelentes personas en Ganemos Jerez, gente cualificada y altamente comprometida y con ganas de cambiar las cosas. Gente corriente que entró en política porque quería cambiar una ciudad con un relato añejo, gente que no buscaba ocupar cargos públicos, ni poder, ni voz en los medios, ni fotos en los papeles... Pero también hay algún que otro que, probablemente, no se resista a asegurar que cualquier opinión crítica o contraria a su visión del mundo —y a su forma de hacer (o no hacer) las cosas— está subvencionada por otros partidos o tiene ajenos intereses espurios que hacen que se aleje de la realidad o que, directamente, sea un infundio. Es lo que tienen las burbujas, que te aíslan de la realidad. Y luego estallan.

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