Fachada de la Facultad de Económicas en Sevilla, en una imagen de archivo.
Fachada de la Facultad de Económicas en Sevilla, en una imagen de archivo.

Quien me haya estado leyendo estos últimos meses sabrá que me presenté a claustral de la US y que contra mis expectativas fui electo. Después de aquella grata y esperpéntica sorpresa, mis más allegados compañeros de máster y yo decidimos dar el paso y presentarnos también a Delegación de Alumnos de la Facultad de Económicas. Cuando lo decidimos durante el café no nos imaginábamos la resistencia que íbamos a encontrar. Lo vivido durante esta semana de campaña y finalmente votación merece la pena ser contado.

Es necesario conocer los antecedentes. Las últimas elecciones fueron hace dos años, ya que el año anterior no hubo candidatura alternativa. La actual Delegación le ganó las elecciones a la que llevaba trabajando desde años atrás. El rumor era que aquella nueva candidatura la organizó en la sombra la entonces decana para librarse del lastre que suponía Delegación y aumentar a la vez su control en la Junta de la Facultad. Lo que sí es seguro, es que una vez que ganaron, la actividad de Delegación prácticamente se paralizó y se limitó a graduaciones y viajes de fin de estudios. Por no trabajar, fue hasta un representante a preguntarle a la Delegación de la Facultad de Finanzas justo la semana pasada que qué hace una delegación.

Tras la nula resistencia en las elecciones del claustro pensamos que la delegación actual estaba de retirada. Pero nos equivocamos, nos habíamos metido a luchar por la madre del cordero. Los incentivos para mantener el control de la Delegación son varios, desde el reconocimiento de créditos hasta una considerable presupuestación, pasando por el control del aula de cultura. También se decía que se estaba utilizando para publicitar y vender entradas de discotecas para el lucro privado. Fuera verdad o no, la batalla estaba garantizada.

La organización de estas elecciones por parte del Consejo de Alumnos dejaba mucho que desear. El calendario electoral presentaba varios errores, no había ningún modelo oficial para presentar candidaturas, etc. Aun así, presentamos en plazo una candidatura de 9 personas. Una hora antes de acabar el plazo, me llamó el cabeza de lista de la otra candidatura, actual delegado de facultad. No sé como consiguió mi móvil. En resumen, quería que uniésemos ambas candidaturas y así evitar las elecciones. Hubiera sido lógico decir que sí, pero no con el historial y referencias que acumulaban.

Por casualidad conocí a algunos integrantes de la delegación anterior, que quisieron unirse al asalto, ampliando la candidatura en el plazo de alegaciones a 13 personas. La campaña empezó el lunes. Se nos permitía mandar hasta dos correos por la lista de difundidos de la Facultad y el uso de distintos espacios. A su vez, se nos ofreció un presupuesto de 30 euros para gastar en copistería. Pues el mismo lunes apareció colgada una pancarta impresa de la otra candidatura. 30 euros no la cubrían ni por asomo. En una discusión, el representante admitió que le había costado 300 y que la había comprado en su empresa. El juego iba a ser sucio.

Tiramos de imaginación y cartulina, pero era imposible competir. Finalmente, con papel de mesas de bar y rotuladores hicimos una pancarta vertical. Después de aquello tembló la tierra. Una de las componentes de la junta electoral me llamó por teléfono que parecía que hubiéramos matado a alguien de su familia. Por lo visto, teníamos que pedir permiso a la junta electoral para cualquier acción y estábamos acumulando denuncia sobre denuncia. Nadie nos había avisado y creíamos que este asunto ya estaba resuelto con la Secretaría de Decanato. Personalmente este nivel de burocracia me parece absurdo, aparte que es más que ineficiente teniendo en cuenta que no nos sobraba tiempo y necesitábamos respuestas rápidas.

Para defendernos y darnos a conocer quisimos pasar clase por clase. Lo hicimos la mañana del miércoles, y cuando íbamos a hacer la segunda mitad de la facultad al día siguiente nos dijeron que estaba terminantemente prohibido. También nos prohibieron dejar carteles en los corchos de las clases, lo que nos terminó de atar de pies y manos aparte de hacer inútil nuestro presupuesto de copistería.

Tal y como se puede deducir, perdimos 121 a 55. Hay quien quiere ver el lado positivo de que la participación se ha cuadriplicado, pero no deja de ser el 4,2%. Volvemos a lo escrito en otros artículos, a los estudiantes les importa muy poco su representación. Y mira que las propuestas eran tentadoras. Por ser ambiciosos, ambos programas eran hasta surrealistas. Mientras que nosotros defendíamos una mayor dotación de manuales en la biblioteca, lo que escapa totalmente a nuestro control, la otra candidatura se atribuía el mérito de haber renovado dos ascensores, todavía más lejos de la realidad.

Se puede escribir hasta un libro con todos los sucesos detallados y experiencias esperpénticas de esta semana y aún así se queda corto. De todas formas, tampoco es que esto se vaya a acabar aquí. Aunque este sea el último asalto a la Delegación de Económicas, no es el último capítulo de las cruzadas de la representación estudiantil en la US. En las próximas semanas la votación del rector de la universidad y el posicionamiento de los estudiantes pueden dar que hablar.

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