Mientras en nuestra ciudad se debate sobre quién es más jerezano que una berza y se defiende el ensimismamiento local, algunos nos preguntamos si no habría otra forma de entender el mapa, otro ángulo de observación de nuestra ciudad, otra vista que colocase Jerez en una continuidad geopolítica y cultural con el resto de Europa y con el mundo en la otra orilla del Mediterráneo y del Atlántico, en vez de situarla en un espacio de adelantamiento, de excepcionalidad o de exclusividad. Pensar en la frontera de Jerez es limitar su grandeza.
En la batalla por la alcaldía en la que se hallan actualmente enzarzados nuestros políticos, alguien debería de ser capaz de explicar honestamente a los conciudadanos que la realidad de Jerez no es la de la berza, ni la de la Feria, ni la de la Semana Santa, sino la de una relación de poder entre un reducido número de grupos influyentes.
A muchos jerezanos y jerezanas lo que nos interesa no es lo que somos ni lo que tenemos, sino lo que aún podemos ser y tener. No nos interesa saber qué catastrófico sería que nos gobernase el partido político equivocado, sino saber qué capacidad de decisión tienen objetivamente los partidos para hacer lo que dicen que pretenden hacer.
En vez de pelear por colocarse el sombrero de mando, señores y señoras de la política municipal, por una vez piensen en quitárselo en señal de respeto a sus potenciales votantes y digan abiertamente qué tamaño imaginan que puede tener nuestra ciudad.