El recientemente inaugurado monumento a la Guardia Civil, cuyo nombre ostenta la nueva glorieta situada al principio del Paseo de Las Delicias, en las inmediaciones de la Casa-Cuartel del Cuerpo, me llamó la atención, quizás por mi formación clásica, cuando me fijé en los elementos que forman parte del emblema, hasta ahora desconocido para mí, colocado en un círculo con el lema del Cuerpo alrededor, “El honor como principal divisa”. Se trata de unos fasces, símbolo de poder en la antigua Roma, con hoja de segur al lado, una espada cruzada de derecha a izquierda en posición rendida -que simbolizaría el sometimiento de las armas a la justicia- y, encima una corona real.
Se cumplen ahora algo más de 175 años desde la fundación del Cuerpo, creado en 1844 por el Duque de Ahumada bajo el reinado de Isabel II -de ahí la corona en la parte superior de la insignia-, en principio para mantener el orden y preservar las propiedades, sobre todo en campos y despoblados. No vamos a entrar en la dilatada trayectoria de la Guardia Civil desde su creación hasta la actualidad, ni en sus actuales competencias -mucho más amplias que las que tenía en sus inicios- ni en sus funciones y profesionalidad, que en absoluto ponemos en duda dentro de una sociedad democrática. Queremos centrarnos en el emblema, cuyo origen y significado pasa desapercibido para la mayoría de la gente.
Los fasces, plural del latín fascis, «haz», «manojo», eran la unión de 30 varas (generalmente de abedul u olmo), atadas de manera ritual con una cinta de cuero rojo formando un cilindro que sujeta a la derecha un hacha grande o segur.
Originalmente era el emblema del mando militar de los reyes romanos, que pervivió durante la república y parte del imperio. El haz de varas simbolizaba el poder, y el hacha o segur el derecho sobre la vida y la muerte que otorgaba la justicia. Durante el periodo republicano, los fasces eran transportados al hombro por un número variable de lictores o auxiliares, fasces lictoriae, que acompañaban a los magistrados curules -los más importantes, los cónsules, por ejemplo-, como símbolo de su autoridad (imperium) y de su capacidad para ejercer la coerción y el castigo. El haz de varas servía para flagelar y el hacha para aplicar la pena de muerte, efectuada por decapitación en el caso de los ciudadanos romanos.
La pregunta es por qué la Guardia Civil continúa utilizando este emblema de la República romana, ya que la nueva unidad de élite había empezado a usar como emblema las letras G y C, entrelazadas, sumadas a la Corona Real, que continúan siendo un logotipo secundario del Cuerpo. En la segunda República la corona real fue sustituida por una corona mural en la parte superior. Esta insignia se mantendría vigente, suprimiendo la corona mural y con algunos otros cambios, incluso después de terminada la guerra civil, hasta el 27 de enero de 1943, cuando fue sustituida dentro de una profunda transformación en el vestuario de todas las Armas y Cuerpos del Ejército, y de un nuevo Reglamento.
Ya a partir de 1939 se había depurado a la oficialidad del Cuerpo, porque en la segunda República parte de la misma había permanecido fiel al régimen legalmente constituido. Entonces se puso al frente de la Guardia Civil a una nueva generación de mandos adictos sin fisuras al régimen vencedor: no podemos olvidar, por ejemplo, su tajante acción represora contra el maquis -entonces llamados “bandoleros”- durante la posguerra. De 1939 procede el famoso lema "Todo por la patria", ideado entonces por el general Germán Gil y Yuste, quien había ejercido de Secretario de Guerra del bando sublevado.
La Italia de Mussolini había convertido los fasces de origen romano en su icono de referencia de forma parecida a lo que luego hizo el nazismo con la esvástica o en España la Falange con el yugo y las flechas. De hecho la propia palabra “fascismo” resulta de la evolución de la palabra latina fasces al término italiano fascio. Con el uso como emblema de los fasces romanos se pretendía hacer hincapié en la supuesta necesidad de unidad y orden para la Italia de la época. El fasces clásico simbolizaba la fuerza a través de la unidad, ya que, aunque cada varilla independiente que lo formaba era frágil, todas las varillas como un conjunto constituían una fuerza importante. El dictador hizo, por otra parte, un uso intensivo del pasado romano, su historia, el típico saludo brazo en alto, el supuesto orgullo imperial, y la iconografía asociada a todo ello, como por ejemplo el águila.
Pues bien, el todavía actual emblema de la Guardia Civil española con los fasces como centro, fue creado, o al menos impulsado, por Carlos Asensio Cabanillas, teniente coronel en julio de 1936. Durante las primeras fases de la guerra su columna participó en dos de las mayores matanzas de civiles que se produjeron entonces: cuando tomó Almendralejo y luego sobre todo cuando al lado de Juan Yagüe , jefe de la columna, asaltó la ciudad de Badajoz, con el resultado en las dos “operaciones” de unos 5.000 fusilamientos de civiles, entre ellos algunos cientos de mujeres, en este último caso tras innumerables violaciones y vejaciones.
A Asensio Cabanillas lo encontramos después convertido en Ministro del Ejército y promulgando un nuevo Reglamento de Uniformidad donde la inspiración en diversos elementos de los ejércitos fascistas fueron evidentes. Se copiaron piezas de los uniformes usados por diversas unidades del ejército de Mussolini o del ejército alemán del período, caso de la gorra de montaña alemana o la sahariana italiana. No sería, pues, de extrañar que otros símbolos de la Italia de la época, que tanto había ayudado al bando “nacional”, como los fasces, también le resultaran inspiradores, a pesar de que ya en 1943 la decadencia del régimen mussoliniano había empezado a ser más que evidente.
Más tarde el militar franquista ejerció otros altos cargos dentro de la llamada “etapa azul” del régimen, siendo un germanófilo convencido, por lo que apoyó la entrada de España en la segunda guerra Mundial al lado de la Alemania nazi, cuestión que como sabemos no prosperó. Sin embargo, en 1945 fue apartado como Ministro del Ejército y nombrado Director de la Escuela Superior del Ejército, ya que el régimen, con la victoria de los aliados, empezó a virar en un sentido más “conciliador” y “moderado”. Cabanillas murió en 1970 en su casa de Madrid, aunque en 2008 fue uno de los 35 altos cargos franquistas imputados en el auto abierto por Baltasar Garzón por “detención ilegal” y “crímenes contra la humanidad”.
Algunos historiadores sostienen que el símbolo romano no tiene nada que ver con el emblema de la Guardia Civil, ya que también se encuentra en monumentos o emblemas contemporáneos o posteriores al nacimiento del fascismo italiano. Es el caso de la famosa estatua de Abraham Lincoln realizada en 1922 por Daniel Chester French y ubicada en el Lincoln Memorial de Washington, o del escudo de Francia desde que este país adoptó la forma de estado republicano.
Lo encontramos también en muchos países sudamericanos, como los escudos nacionales de Ecuador o Cuba, -coronado en éste por un gorro frigio-, el monumento a la Independencia de México, o el monumento a los Próceres en la Plaza de la Libertad de San Salvador (Salvador). En todos ellos se trata de un icono relacionado con la libertad, la república y los movimientos emancipatorios respecto a la corona española. Se le vincula también con el Derecho, -se encuentra por ejemplo en las fachadas del Palacio de Justicia de Buenos Aires, la fachada del Palacio de los Tribunales de Justicia en Valparaíso (Chile) o el escudo del actual Cuerpo Jurídico Militar de las Fuerzas Armadas Españolas, creado en 1988.
En nuestro país una Orden Ministerial de 1986 y otra de 1989 modificaron determinadas prendas y efectos para la Guardia Civil, pero los cambios se limitaron a cuestiones menores. Hubiera sido una buena oportunidad para cambiar o al menos modernizar un símbolo que podía resultar ambiguo o evocar un pasado incómodo. No se hizo, bien por ignorancia, bien por pura negligencia. Y lo cierto es que queda siempre la duda sobre el origen del emblema promovido en 1943 por un personaje totalmente adicto al régimen franquista, que en los primeros años de la contienda hizo gala, junto a Yagüe, el apodado “carnicero de Badajoz”, de un sadismo realmente aterrador.