Transitan los pasos con suma elegancia por las calles de Jerez. Van meciéndose al sonido de las bandas de Cornetas y tambores. Con qué finura acompañan en las traseras del Señor o la Virgen de sus barrios. Angostura, rincones, plazas, estrecheces, salvando farolas, balcones, gente fervorosa, turistas y teléfonos grabando para subirlo a redes sociales
Las estampas son para observar en silencio y sentirlas en compañía.
Los pasos con su candeleria encendidas brillan en la noche jerezana. Ella va sola en su dolor en su trono cubierta de flores. Majestuosa con el abrazo puro de los costaleros que la portan con admiración y respeto. Todas son una auténtica maravilla, saliendo de su templo, paseando por la ciudad para disfrute de su Jerez.
Él va rodeado, tiene quien le acompañe quienes le quieren, pero también quienes le vendieron y crucificaron.
Única nuestra Semana Santa. Empezando por su Cruz de Guía, no entra en mis planes esperar la procesión sin ver de frente como se acerca esa estampa sobrecogedora y solemne que da paso a la belleza del cortejo. Siempre me ha gustado la imagen de los nazarenos, de pequeña me imponían su figura, sus vestimentas severas y con timidez mis hermas y yo les pedíamos caramelos, ahora piden cera para esas bolas enormes que guardan de un año para otro.
Es inevitable sentirse feliz, alegre por estos días de bulla, gentío, terrazas y bares llenos, gente consumiendo.
El centro alborozado se ha vestido de fiesta y presenta unas maneras donde parece que todo va bien, que no existe el paro (casi 3 millones de desempleados) como si esto no fuera una prioridad. Y que muchos de los contratos, la mayoría, son indefinidos con sueldos precarios. Que la luz, la gasolina está por las nubes. Que la compra o alquiler de la vivienda se ha disparado y que los desahucios continúan. Que la violencia de género suma y sigue, acabo de oír en la radio que ha muerto la mujer apuñalada por la espalda por su pareja, la cara más sangrante del machismo. Y ya van cinco mujeres en lo que va de año en Andalucía.
Si bien por una semana todo o casi todo se olvida entre la religiosidad y la laicidad, pues ambas pueden ir juntas sin molestarse e incluso entenderse.
Es un tiempo que se llena de rituales, simbolismo, sentimientos, emociones, recuerdos, echar de menos a quien se fue porque esa marcha procesional te lleva a tu madre.
No a todos les gusta la Semana Santa, hay incluso a quien les molesta e incómoda las calles cortadas, los palcos que estorba su recorrido habitual, el ruido… Luego están los que se van a la playa huyendo del bullicio. Hay de todo en la viña del Señor.
Sin obviar nada ni a nadie no podemos dejar de lado lo importante que es la Semana Santa para los creyentes. Su origen se remonta más de dos mil años atrás, con la muerte y resurrección de Cristo y así lo viven, prácticamente todo el año, en sus Hermandades hasta culminar en estos días con identidad propia: Pasos, candelería, flores, costaleros, nazarenos, capataz y toda la jerarquía propia de la Hermandad. Las velas, la cera, el incienso, las bandas de música, la vigilia, la saeta, las torrijas. Creencias, devoción.
Fascinación a una estética cuidada, bellísima, a todos y cada uno de los elementos que la acompañan con un cortejo organizado y cuidado al detalle para que todo tenga sentido de pertenencia. Escenas donde se une cultura y religión.
Este año sin lluvias las Hermandades lucen el trabajo de todo el año. No hay dudas de salidas mirando al cielo por esta naturaleza que es cambiante, como la fecha de celebración de la Semana de Pasión, que depende de las lunas.
Sí, la decisión se tomó durante el Concilio de Nicea, donde se acordó que el domingo de Resurrección sería tras la primera luna llena de la primavera. Pues eso, que la buena temperatura se ha implicado esta vez para que estos días todo brille; cofradías y turismo. Todo el mundo contento.
Feliz Semana Santa y a vivirla como cada uno/a sienta y crea.